Page 72 - Sábado que nunca llega
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dos docenas más de psiquiatras que consulté. Tampoco se
trataba de posesiones del demonio por múltiples razones:
a) El diablo no existe (y esta sola razón debería de bastar
pero démosle más apoyo; b) Las historias felices que
escucho las disfruto, las gozo y a veces hasta entro en
algunas iglesias, lo cual no es precisamente una costumbre
que atraiga a Satanás; c) Si nada oigo durante el día, nada
me sucede durante la noche. Podría citar mil razones más
para descartar las hipótesis demoníacas, pero creo que
estas tres son contundentes.
No sé realmente qué hacer. Estoy horriblemente
desesperado. Ando buscando un empleo porque al fin
decidí —ya no soportaba más— dejar el oficio de chofer
de plaza. Esta noche la voy a pasar caminando por toda
la ciudad, por nada del mundo me meteré en ningún
cuarto porque hoy, mientras hacía la cola para llenar una
planilla de solicitud de empleo, una señora me contó
una historia desastrosa y horripilante de los diez días que
pasó en un estadio que un general convirtió en campo de
concentración y de alguien a quien le trozaron los dedos
de ambas manos con un hacha y luego lo obligaron a
cantar. Hoy me pasaré la noche sentado en alguna plaza
solitaria y húmeda, huyendo de esas historias ajenas que
me asaltan cotidianamente y me hacen invivible la vida. El
suicidio —no me lo aconsejen— no me resolvería nada, lo
sé yo, que me he suicidado varias noches.
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