Page 70 - Sábado que nunca llega
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earle herrera


            respondió que yo siempre estaba viendo cosas donde no
            las había, y como en parte tenía razón, me tranquilicé un
            poco, pero nada más un poco. Marga me trajo un vaso
            de bucana con agua y el bucana y la batica me excitaron
            sobremanera. Me acerqué al sofá donde estaba ella
            insinuantemente recogida y empecé a recorrerla con la
            mano, de ida y vuelta, de vuelta e ida, de ida y vuelta por
            una ruta que yo me conocía perfectamente bien. Después
            de hacerle el amor a Marga, me acordé de nuevo que
            antes de que yo llegara alguien había estado allí, e incluso
            en el coito lo terminé de comprobar incontestablemente.
            Marga era una puta que me engañaba. Me engañaba a
            mí que le había regalado un apartamento amoblado en
            propiedad horizontal y pagado chinchín, chinchín mi
            compadre. Me engañaba a mí, precisamente a mí que la
            ayudé cuando estaba en la mala y la saqué del burdel y
            le borré para siempre el estigma de puta. Me engañaba
            a mí que tan desprendido había sido con ella. Marga no
            merecía otra vaina sino la muerte. Cría cuervos, dice el
            refrán y es verdad y puta es puta y cabrón es cabrón. Fui
            y saqué la 9 mm. del escaparate y no tuve valor, cuando
            estuve frente a ella no tuve valor, bolas suficientes no tuve
            para matarla, no tuve valor porque siempre he sido un
            cobarde, un miserable, una rata, no tuve valor, no tuve valor,
            no tuve noooo.
                De un salto me levanté de la cama, sudaba copiosamente
            y estaba llorando, atragantado. Estúpidamente llorando
            por  algo que  no  me había  sucedido  a mí  en ningún
            momento de mi vida ¿Qué carajo sabía yo quién era
            Margarita y a quien con tanta confianza llamaba Marga?
            Entonces recordé. Al meterme a La Cita a tomarme las
            cervezas para levantarme el ánimo, un tipo refugiado en

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