Page 65 - Sábado que nunca llega
P. 65

sábado que nunca llega


              yate, avioneta y tarjetas de crédito. Lo que pasa es que
              mi trabajo me impide conocer o escuchar muy poco estas
              últimas historias y, por el contrario, la mayor parte de lo
              que oigo son historias rodeadas de calamidades por todas
              partes. De allí que por lo general, mis noches sean atroces.
              Afortunadamente, una historia no me jode más de una
              noche, jamás se repite.
                  Yo creo que todo esto tiene un antecedente, aunque
              claro, es sólo una suposición. Cuando tuve la infeliz idea
              de leerme Crimen y Castigo nunca imaginé que me iba a
              convertir en una suerte de Raskolnikov II. En una sola
              noche asesiné a la vieja aquella, escondí las joyas, fui
              visitado por Pulqueria Alexandrovna, asistí a la comisaría,
              me revolqué en la fiebre intensa, etc. Algunos años después
              fui aquel divino  clochard de nombre Horacio Oliveira
              que, al mismo tiempo que estaba despaturradamente
              borracho  escuchando  jazz  en  un  mugroso  apartamento
              de París, fungía de loquero en un manicomio privado de
              Buenos Aires. La última historia que sufrí fue el drama
              completo del desgraciadísimo Juan Pablo Castel, que me
              dejó mentalmente aplastado y me hizo tomar la inviolable
              determinación de no leer más ninguna obra que se pueda
              calificar de literaria. Desde entonces, apenas si paso
              ligeramente la vista por los titulares de los periódicos, pues
              leerlos minuciosamente supone llenar mis noches de las
              historias más vulgares y disímiles.
                  Entre aquellas lecturas que me impresionaron sensible-
              mente y me hicieron víctima y protagonista de las historias más
              absurdas e insufribles y lo que me pasa ahora, transcurrió un
              tiempo prudencial y tranquilo, una especie de tregua cerebral.
              Durante ese lapso, fui una persona normal y feliz, común
              y corriente, que trabajaba durante el día y dormía durante

                                         55
   60   61   62   63   64   65   66   67   68   69   70