Page 64 - Sábado que nunca llega
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earle herrera
durante la noche y me ultrajan el sueño, han cogido contra
mí un ensañamiento miserable, por decir lo menos. Noches
hay en que no me posee una sola historia, sino dos, tres
y hasta cuatro o más. Son como demonios diferentes y
polifacéticos que luchan dentro de mí por apoderarse de
mi carne, mi alma, mi cordura o mi qué sé yo. Esas noches
de historias diversas y en pugna paso de víctima de una
traición —de un desengaño malvado— a un accidente de
aviación; de allí: a un agasajo por mi reciente nombramiento
como Gerente general de la fábrica de cotufas PEPE &
CIA; de allí: a una noche en un hotel de Miami Beach
con la Lollobrígida; de allí: a mi detención y posterior
tortura acusado de un asesinato en masa; de allí: a ser
linchado por fascista por una turba de estudiantes alzados.
Cualquiera puede imaginar —no se necesita ser psiquiatra
para ello— el laberinto mental que tan dispar secuencia
de historias incongruentes puede causar en el psiquismo
de cualquier persona más o menos normal. Pues, eso me
pasa a mí casi a diario, o nada de casi, me pasa todos los
días, rigurosamente.
Lo raro es que yo no soy lo que se pueda decir una
persona sentimental, sensible o socialista aficionado. No
tengo ningún escrúpulo en confesar que ni los mendigos
del Parque Carabobo, ni los pedigüeños de la Gran
Avenida, ni las caminadoras de Sabana Grande me
inspiran ningún sentimiento de lástima. Sin embargo,
si conozco la historia más estúpida de uno de esos
seres, por la noche me siento protagonista de ella, pasa
como si la viviera, con todas sus alegrías y todos sus
sufrimientos. Pero, no es cuestión de sentimentalismo,
porque si conozco las aventuras de un burgués, por la
noche las gozo, soy todo un trotamundo, un playboy con
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