Page 57 - Sábado que nunca llega
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sábado que nunca llega
estaré totalmente desnudo y la felina cabalgará sobre mí,
voluptuosa y eterna, por una inmensa pradera reverdecida,
de pasto vibrante, suave y liberado como la cabellera de
Dios. Un calor húmedo y frío y un frío húmedo y caluroso
nos descenderá desde el pelo mayor hasta el dedo gordo.
La respiración de la felina, oh Gracia, será definitiva. Más
allá, Orión y La Perinola serán una y la misma cosa, donde
no habrá prejuicios ni pecado original. Gracia, como la
más ágil de las amazonas todas, sostendrá entre sus dientes
las riendas de mis ímpetus desbocados con sublime
habilidad. El momento será supremo. Yo me aferraré a
sus caderas prodigiosas y espartanas como un chinche a
la piel (y chuparé). Las luces ya no saldrán por parejas,
sino en explosiones múltiples y venerables de fuegos
artificiales; será, helo allí en carne y hueso, el amor libre
en su más sana, elevada y humana expresión, el hombre
ante el hombre, reencontrado por fin; será el hundimiento
definitivo de Occidente, hipócrita y podrido, el renacer de
un nuevo siglo; tal será el principio del experimento.
Pero, de repente, fue como si al círculo cromático
alguien lo hubiese puesto a girar vertiginosamente
provocando la descomposición de la luz. El coito luminoso
fue suspendido bruscamente y una enorme y fea y
repugnante luz blanca se adueñó del ambiente, despojando
de manera arbitraria al amarillo, al azul y al violeta.
«¡Qué vaina es ésta!», se levantó, dijo y volvió a partir
para el sueño el Gato, despaturrado. La luz blanca se
hizo más prepotente, como si concentrara sobre nosotros
todos los ojos del mundo. Corrí y me cubrí y otro tanto
hizo la felina, desconcertada y furiosa, contrariada. El
policía con casco romano y escudo enseñaba el cuerpo de
Rosita y yo: «¿Qué carajo le pasa a este tombo, acaso no se
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