Page 29 - Sábado que nunca llega
P. 29

¡Cómo no iba a impresionarse! ¡Cómo no iban a impresio-
              narlo los trece hipopótamos de acero que comenzaban a
              moverse parsimoniosos y hambrientos, llenos de horribles
              ruidos los vientres estrambóticos! Caregato los miraba con
              los ojos de este tamaño desde el chaparro en que estaba
              encaramado, el corazón en la garganta y sin saber qué se le
              habían hecho los granos. En ese momento recordaba que
              su padrino le había dicho más de una vez: «Vaina jodía una
              fiera con hambre, Caregato», y las piernas increíblemente
              flacas con su temblor hacían que las hojas del chaparro
              emitieran un ruido de cepillo de hierro que daba escalofrío.
              Cuando los trece bichos empezaron sus tronidos creyó que
              era fin del mundo y todos sus catorce años se arrepintieron
              de haberse quedado allí. No había querido perderse ese
              espectáculo y ahora sentía unas ganas enormes de estar
              lejísimos. «Vaina jodía una fiera con hambre, Caregato».
              Y Caregato sentía que una bola gelatinosa le subía desde
              algún oscuro rincón de las tripas hasta la misma garganta.
              ¿No será esa bola lo que está pensando Caregato? ¿No
              serán los granos que desde hace un rato no se los siente
              por ninguna parte? ¿No…. ?
                  En medio de su miedo se resistía a aceptar que al
              atardecer de La Leona no quedaría sino un montón de
              escombros tristes polvorosos y Caregato no vería su casa
              por ningún lado. Las casas vueltas tierra, las ventanas

                                         19
   24   25   26   27   28   29   30   31   32   33   34