Page 23 - Sábado que nunca llega
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sábado que nunca llega


              de sí mismos, autofugarse. Santiago volvía a presentir el
              desenlace y se dijo: «Por pendejo de pura herencia», en una
              protestada resignación a su sino. Para sus ojos de mecánico
              innato no pasó desapercibido el lento movimiento de las
              tuercas  más  pequeñas.  Por  las  incontables  ventanas  del
              estante mayor empezaron a asomar, curiosas, cabezas de
              llaves que estrenaban un óxido reciente. El ambiente tenía
              algo de apocalíptico que atraía a Santiago con la fuerza de
              los enigmas; en la boca tenía un sabor a cobre del que no
              se podía desprender por más saliva que tragaba.
                  ¿Qué extraña mutación, que diabólica metamorfosis
              iba a ocurrirle al taller-cosmos y a sí mismo? Sucederían
              cambios materiales y somáticos o las transformaciones se
              darían únicamente a nivel psíquico y de conciencia como
              la última vez? De lo alto de una alacena cayó a sus pies
              una llave en forma de equis, como vaga respuesta a sus
              interrogaciones: podían suceder muchas cosas, equis cosas.
              La caída de esa primera llave fue como el desprendimiento
              de la primera bola de nieve que rompe la quietud de la
              montaña blanca y desata el alud imprevisible. Santiago no
              pudo seguir pensando, no estaba en capacidad de pensar
              ni el pensamiento más pequeño y menos exigente de
              esfuerzo mental. Las fuerzas organizadas del caos entraron
              en armónica función para que cundiera el desorden y el
              descontrol, la anarquía en el


                               RAMÓN TALLER,
                         ATENDIDO POR SU PROPIO
                                     DUEÑO


              y las llaves y tuercas y tornillos y estantes se venían abajo,
              cayendo sobre Santiago que pataleaba abajo y daba

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