Page 92 - Perforación mediática
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“condenando” tibiamente la sanción en nombre de la mesa. Un
          Capriles Radonsky irreconocible casi que lanza el desgarrado
          grito de “yanqui go home”. Petkoff se volvió diplomático y ma-
          tizó que la medida “viola claramente el régimen internacional de
          relaciones y la propia carta de las Naciones Unidas”, no friegue.
               El imperio puso en evidencia lo que se debate en Venezuela:
          dos visiones de país y de futuro. Una concepción  independiente
          y soberana y otra sumisa y entreguista.  La oposición el primer
          día de la noticia estuvo desconcertada y, el segundo, despechada
          con el imperio por agarrarla de sorpresa. Los gringos debieron
          avisarle que aplicarían esa sanción a PDVSA. Así los dirigentes de
          la MUD hubieran preparado su respuesta, con algo de dignidad.
          Nada les costaba a los imperialistas hacerlo, sobre todo cuando
          existen inmejorables canales de comunicación entre los “socios”.
          Los jefes oposicionistas, al fin y al cabo, viajan semanalmente a
          Washington y Miami. ¿Qué les costaba?
               En la Asamblea Nacional estuve observando rostros y silen-
          cios, rubores y vergüenzas. A un viejo socialdemócrata se le revol-
          vió algún remoto gen nacionalista y propuso aprobar el acuerdo
          “en defensa de nuestra industria petrolera”. La ultraderecha que lo
          acompaña en la MUD lo fulminó y desautorizó. Quienes alguna
          vez militaron en la izquierda interrogaban al techo o  al piso,
          buscándose algo o nada en la barbilla. Un exsocialista salió al
          baño y otro a beber agua y “ya venimos”, pero nunca regresaron.
          El ambiente en la bancada opositora era embarazoso, pesado,
          repentinamente diurético.
               Allí había gente que quiso estrangular y destruir PDVSA, en
          el misérrimo sabotaje petrolero de 2002. Personas felices con la
          sanción contra Venezuela. Saboreaban en silencio una enfermiza
          venganza. Imaginaban una escalada de medidas más drásticas,
          pero debían mantener el disimulo. La mesa obliga. Hubo oradores
          que jamás en su vida tuvieron un mejor momento para callar.



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