Page 381 - Lectura Común
P. 381
Luis Alberto Crespo
allá del palenque y mucho más allá de los matorrales y el vacío por
el que vuelan los loros y algún tautaco.
Atardece. El mundo son dos llanuras, la real y la imaginaria, la
del Guárico y la del celaje hirsuto, como esta madrugada, como su
noche chamuscada de estrellas. El barro mudose a polvo, los ripia-
les viven al fondo de los charcos y los lagunazos. El sausé suena
su pito detrás de los coñales de jalapatrás y chiribitales. Cuando
sobrevenga el silencio del sueño habrá escándalo de ladridos. Los
perros merodean en la cocina y entre las piernas de los llaneros
que sorben la sopa de hueso y muerden un costillar de ternera.
Los caballos gordos se enfrentarán a la enormidad donde se
ahinca el hato, a los caminos y senderos que prometen meda-
nales, suelo seco del tamaño de la desesperación, la piedra dura
y la dentellada de los terraplenes. Los de remuda lucen cuál el
lomo liso, cuál la cicatriz de una matadura. El viento es el dueño
[ 380 ] del temblor de la paja y estremece la fronda de los samanes y los
carutales de la casa y de los corrales, donde se atora el ganado. El
recién llegado ha perdido su identidad: es uno y ninguno entre sus
semejantes. El caporal o encargado de la tripulación, el responsa-
ble de la vaquería, da las últimas órdenes. Los corredores del hato
se han vuelto un caserío de chinchorros con el capuchón de los
mosquiteros. Los hay cubiertos de tela o pabellones, que si bien le
niegan al mosquito el más estrecho agujero asfixian al durmiente
privado del piadoso soplo de brisa. La plaga veranera es silenciosa
pero heridora. Ni el humo del comején consigue rechazarla. En
algún rincón, un grupo de vaqueros se baten en reyerta con la
baraja. Alguien puntea el cuatro y ensaya un pasaje triste donde
su amada lo espera a la otra orilla del río o un recodo del pueblo
con sus ojos pensativos y su boca de lirio de laguna.
De pronto la sombra se precipita sobre la vida.
Todo calla. Sólo sobrevive el parloteo de las conversaciones y
alguna carcajada conjura la monotonía. La llanura, afuera, pare-
ciera aguardar la madrugada para irse con la procesión de jinetes
Lectura comun heterodox 380 13/4/10 12:36:18