Page 380 - Lectura Común
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La lectura común                                Escrito sobre el aire

                  Viaje al desierto del verano

                  Ahí llegan hombre y cabalgadura. Vienen de ninguna parte
              porque la llanura no tiene sitio fijo dónde pararse. El recién venido
              amarra su castaño jovero a la penumbra de un cañafístolo. Afuera,
              en la luz y en el pasto, es verano. El hombre huele a cuero y a sudor,
              al almizcle de su caballo fajinoso. A un costado de sus ancas ha
              colgado su cabo de soga y tras el espaldar del fuste ha añudado la
              capotera, su valija de vaquero. Apenas pisa lo duro hacen bulla
              sus espuelas. Inquiere por el encargado, el caporal, como le lla-
              maran otrora. No tiene por qué presentarse. Lo recomienda la
              llanura: los potreros de bregar con ganado cachalero, los botalo-
              nes de humillar toros fieros, la soga de atajar bestias braveras, la
              manera de andar como si recién acabara de soportar el barajuste
              de un potro cimarrón, la mirada como la punta de un cuchillo, la
              palabra avara de explicaciones y la amistad en la mirada de quie-
              nes han atisbado su llegada desde el caney de palma de corozo.   [ 379 ]
              Ha venido a proponer su baquía en la transhumancia que se ave-
              cina. No hay peón llanero que no ande con su acreditación sobre
              su caballo. El de mi historia proviene de las calcetas del Tiznado,
              el río que escribe la historia de las sabanas de Guardatinajas y de
              Laguna de Piedra, San Francisco y San José. ¿Por qué comparo su
              cuerpo con los tallos del matorral que llaman tornillo? ¿Por qué
              se parece tanto a los cabresteros de Mapurite, con los que anduve
              Cojedes lejos, arriando la hacienda de los Silva Agudelo, el mismo
              ojo hablachento de la gente suya, la boca muda de palabras pero
              eufórica de verdades? Afuera hay un embrollo de bestias, aperos,
              sogas, sillas. Alguien amuela su puñal. Otro inspecciona su mos-
              quitero. Aquél, el recostado a un horcón, se libra del tormento de
              la plaga con la manaza de derribar toros y soportar con la soga
              el barajuste del potro cerrero. Cada quien revisa su porsiacaso,
              el pollero, para regañar el hambre en la travesía que los espera
              detrás de los corrales, después del tranquero y de la majada, más








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