Page 243 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
                  Resulta arriesgado atrevimiento separar de este modo, que-
               brantando su admirable unidad de estructura, el desarrollo del
               poema propuesto mediante varias estancias, más aún si se trata
               de un meticuloso constructor de formas y lenguaje sonoroso
               como lo fuera Silva Estrada, dado a planificar la duración de sus
               creaciones y organizar el espacio que disponía para ellas, sea para
               ceñirlas a una escritura hecha de prolongados enunciados, sea
               para librarlas de todo peso. La consistencia de piedra, de carras-
               cal, mejor, que acusa la sonoridad verbal de buena parte de su
               escritura tórnase deleznable, quiero decir arenosa, en otra.
                  He cometido ese atrevimiento llevado por el impulso del
               añoro, ahora que sé que Silva Estrada no buscará ya más nuestro
               oído para expresarnos, en nocturnas ocasiones, amistad e invi-
               tación a revivirla. Igual hubiese podido invocar las frases inicia-
               les de su “casa arraigada” o aquella que “No es el lugar este vivirla
             [ 242 ] íntegra/sino cada pisada con hambre de extrañeza en lo más
               íntimo” y a la que “No la nombra el sollozo”. De haberlo hecho,
               el mudo diálogo que hoy mantengo con el admirable artesano
               me hubiera reclamado incontables horas de lectura, tanta es su
               imbricación material y sustancial y tanta su interpenetración de
               forma y fondo.
                  No pocos han sido los lectores que le atribuyen afinidades
               mallarmeanas. Yo prefiero identificarlo como un seguidor de Pie-
               rre Reverdy (de quien fuera inimitable traductor), no porque obe-
               deciera a la claridad de sus postulados, sino por su capacidad inven-
               tiva y por su versatilidad verbal, elocuente y parca, en indeclinable
               equilibrio entre el sentimiento y la inteligencia, que es exigencia de
               todo quehacer poético y sobremanera del suyo. Del anacoreta de
               Solesnnes abrazó la causa de la imagen como “la más alta creación
               pura del espíritu” y fue feligrés de su credo sobre “la emoción lla-
               mada poesía” y la “razón ardiente”.
                  Su disciplina creadora jamás desmayó. Cada obra concluida
               semejaba la del tallista de la piedra púrpura y la del alfarero
               del barro blanco. Transitar Por los respiraderos del día y En un






       Lectura comun heterodox   242                                   13/4/10   12:35:53
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