Page 247 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
                  Yo amé su mirada lejana, dirigida más a los recuerdos que al
               presente y como asombrada de verse a sí misma en este o en cual-
               quier mundo, confundiendo acaso la amada comarca de su naci-
               miento con alguna de su Italia amorosa, extraviado en medio del
               color ocre de su valle natal de La Candelaria y el rojo sentimental
               de su casa de Siena, sin otra patria ya que la de una tierra sin lugar
               preciso, cuya geografía trazaban las notas de una guitarra inasi-
               ble con sus manos adormecidas.
                  De otros mundos habían acudido a la vistosa ceremonia gui-
               tarristas de renombre para juzgar a los concursantes de la liza
               mundial. Senio Díaz, el hijo del maestro y maestro él mismo y
               Rubén Riera, el hijo de Rodrigo Riera el grande y de igual nombra-
               miento, participarían como jueces por Venezuela y por la región
               de sus padres.
                  La voz de la guitarra se oiría cada noche hasta el último ins-
             [ 246 ] tante del 31 de octubre. A las pruebas de maestría de los aspiran-
               tes a conquistar el galardón universal seguirían las ponencias y
               las charlas y el tributo a Rodrigo Riera en los muros y vitrinas de la
               casa de la Fundación “Alirio Díaz”.
                  Las cuerdas enmudecieron ese sábado inaugural para escu-
               char el amor que Carora y el mundo rendían al señero guitarrista.
               Para exaltarlo, vino a decírselo Héctor Soto Castellanos, el Minis-
               tro del Poder Popular para la Cultura y para ofrecerle el corazón
               de Carora se acercó el señor Alcalde del Municipio Torres, Edgar
               Manuel Carrasco Páez.
                  Luego alegraron su dulzura y su modestia la Orquesta de
               Cámara Caroreña, Los Golperos de Don Pío Alvarado (el cinco
               y la primera voz de Rafael Alvarado, el cuatro y la segunda voz de
               Félix Campos, el cuatro de Rafael González, la tambora del joven
               Antonio Gómez) y la Banda Municipal Juancho Querales.
                  Afuera, en la plaza Monseñor Salvador Montesdeoca, el santo
               mártir fusilado por los nazis en 1944, los pobladores escenificaron
               el tamunangue al modo de Curarigua, que es ágil y elegante, con
               mayor énfasis en el cinco y en el segundo cuatro.






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