Page 246 - Lectura Común
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La preciosa vida de
Alirio Díaz [ 245 ]
Yo temía que el viento de la seca Carora inclinara en demasía
la delgada y frágil figura del anciano que avanzaba como si temiera
pisar la tierra hacia el umbral del Teatro que lleva su nombre y que
asoma su grácil perfil de cemento frente a la tapia de tierra blanca
de la capilla del Calvario, su austera vecina del siglo XVII. Alígero,
más espíritu que cuerpo, el maestro se adentró por un sendero de
aplausos entre la multitud que lo aguardaba esa noche del 24 de
octubre. Después de alcanzar su alta edad, Alirio Díaz había agu-
dizado sus facciones como talladas en cedro. Observé sus manos,
sus prodigiosas manos, hechas para acariciar y punzar la lira
órfica de la que ha sido primero entre los primeros del mundo. Sus
maneras de pastor de cabras aguzaban sus ademanes en el modo
de conducir su cuerpo con paso silencioso entre la multitud que
ansiaba tocar su vida, su preciosa vida.
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