Page 244 - Lectura Común
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La lectura común                            Nuestra sombra iluminada
              momento dado (publicados por Monte Ávila) pasa por emprender
              un viaje al taller de un tallador de la dureza más dura y de un mol-
              deador de la ductilidad más carnal.
                  Tal sabiduría nunca se redujo al propio consumo, a la idola-
              tría personal: la cedía a sus alumnos en las aulas universitarias y a
              los jóvenes poetas de los talleres literarios. Por décadas mantuvo
              un espacio radial en donde celebraba a los poetas mundiales de
              su estima y leía la poesía europea contemporánea, apenas cono-
              cida o mal conocida en Venezuela, cuyas versiones divulgaba en
              las páginas literarias y en las revistas culturales. Poesía, vertiente
              continua y La palabra transfigurada ilustran su larga generosi-
              dad en compartir sus lecturas y sus meditaciones acerca del ars
              poético de nuestros días.
                  Años atrás, la Semana Internacional de la Poesía, que orga-
              nizara el poeta Santos López, le rindió tributo a su maestría y su
              dedicación a perfeccionarla. Para darle mayor realce al homenaje,
              la periodista Chefi Borzacchini reunió en un libro rico en ilustra-  [ 243 ]
              ciones las voces más nobles del pensamiento literario nacional
              para que entonaran en común el goce de la lectura de su obra y
              de su delectable remembranza. “La dignidad no es un cliché, es
              un sentir. Seguiré siendo digno de compartir, digno de escribir.
              Seguiré siendo digno de ser un poeta”, confesó a la periodista
              antes de sumirse en su definitivo retiro, en su tapiado aislamiento.
              Previamente había jurado por las poetisas Luisa del Valle Silva (“la
              necesité y la necesito siempre”) y Enriqueta Arvelo Larriva y por
              los poetas Juan Sánchez Peláez (“sobre todo por el ser humano que
              era”) y Luis Fernando Álvarez (“por su sentimiento de la muerte y
              cómo lo decía”).
                  Memorables son sus traslados a nuestra lengua de la obra de
              Francis Ponge, Le parti pris des choses (que tradujera con acierto
              como De parte de las cosas) y la antología poética de su admirado
              Reverdy (ambos volúmenes pertenecientes a Monte Ávila). André
              du Bouchet, Jacques Dupin, Andrée Chedid, Fernand Verhesen,
              George Schehadé, René Char, Yves Bonnefoy, pudieron ser leídos






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