Page 239 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
               esta vez mostrándose en la plena blancura del texto, sobre el liso
               de la página, como el tendido geográfico que era su motivación
               ontológica. Entonces recordé a Redes Maestras, aquel poemario
               suyo, cuya semblanza gráfica remedaba una hendidura en medio
               del decir y por donde se escampaba un susurro, un gemido, un
               grito o el esfuerzo de decir algo en mitad de una confidencia que
               no sabía qué prosa elegir, si la de la imagen poética o la de la anéc-
               dota narrativa. El afuera, las más de las veces, era ese “escampo”,
               pero a retazos, entre polvo y cieno, a veces ripial, a ratos paja seca.
               La voz (las voces) se esforzaba para hacerse sentir en ese pasadizo
               de astilla, de rajadura.
                  El otro “escampo” era de confinamiento, era un afuera ciego,
               reclusión del cuerpo aherrojado por la pena de ser nadie y el cas-
               tigo de ser cosa. Papeles de condenado explicaba a un ser surgido
               del sacrificio de la quema. Y era explicación porque tratábase de
             [ 238 ] un diario donde el reo daba razón de su mismidad, esto es, de su
               reducción a conciencia huera en tanto que el ser vacío reptaba
               y sobrevivía a ras de mundo, en su suelo real y moral. El cuerpo
               era un pie, un pie abrasado, llagado, entumecido, envilecido. El
               resto de nosotros tiraba del ser como un animal muerto, menos
               aún, como un pedazo de algo. No había paisaje, no había después.
               Todavía hoy nos ocurre.
                  Libro iniciático este, experiencia del neófito que se atreve a
               soportar los requisitos chamánicos de alcanzar la visión, la lejanía
               del tercer ojo. Papeles de condenado concluye desde el comienzo,
               apenas leemos el primer poema, se cierra sobre su propia motiva-
               ción. Acaso su valía fue esa, acaso abrió a Efraín Hurtado el sen-
               dero de un regreso al gran abierto de Redes Maestras y más tarde
               al muy crispado Escampos, su obra póstuma, su manuscrito de
               hojas al viento de la muerte.
                  A esa vuelta a la intemperie, a su encandilamiento y a su ser
               íngrimo y colectivo pertenece asimismo A dos palmos apenas,
               una escritura calcada sobre la oralidad, una crónica hablada en
               la que hállase el legado estilístico y temático de Alfredo Armas






       Lectura comun heterodox   238                                   13/4/10   12:35:53
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