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La escena contemporánea y otros escritos


                  Esta política duró hasta los primeros tiempos de paz. Los gobiernos
               europeos necesitaban preservar a las clases trabajadoras del contagio
               del maximalismo ruso. Y alimentar con ellas la ideología social-democrá-
               tica. Este resultado fue conseguido. Las mayorías socialistas rehusaron
               adherirse a los principios de la revolución rusa: dictadura del proleta-
               riado, organización sovietista, etc. Las concesiones de la burguesía, en
               suma, adormecieron la voluntad revolucionaria de las masas. Los leaders
               mayoritarios sostuvieron que la revolución era prematura. Y que había
               que  intentar  reformística  y  democráticamente  la  realización  gradual
               del socialismo. El proletariado se escisionó. La mayoría se afirmó en su
               orientación colaboracionista, reformista; la minoría se adhirió a la revo-
               lución rusa y a la Tercera Internacional.
                  Pero  poco  a  poco,  a  medida  que  se  repusieron  de  su  miedo  a  la
               revolución,  los  Estados  europeos  empezaron  a  encontrar  demasiado
               onerosas y pesadas sus concesiones al socialismo. El régimen económico
               del periodo bélico aparecía exageradamente dispendioso. El precio fiscal
               del pan, el financiamiento de las cooperativas, etc., gravaban exorbitan-
               temente el presupuesto. Los socialistas resultaban unos colaboradores
               muy caros. El capitalismo, alarmado del monto del déficit, exigió econo-
               mías fiscales. Exigió que no se aumentasen sus tributos si no los del
               proletariado. Exigió que se le consintiesen reducir los salarios. Y exigió
               el restablecimiento de la libertad de comercio. Se produjo una vigorosa
               reacción de las clases conservadoras. Y los Estados europeos que, en la
               guerra y la paz, habían orientado sus políticas hacia la izquierda, rectifi-
               caron su dirección hacia la derecha. Los hombres de Estado, como Nitti,
               como Lloyd George, aparecieron entonces un tanto comprometidos con
               el socialismo y un tanto sospechosos de complacencia con las masas. Los
               pilotos de una política de izquierda, no pudieron ser los pilotos de una
               política de derecha. Este es el sentido histórico de las crisis ministeriales
               en que estos estadistas perdieron el poder.
                  Actualmente,  pues,  se  quiere  volver  a  la  concepción  liberal  del
               Estado. Se abandona a las empresas privadas las funciones estatizadas
               durante la guerra. Se ampara la reducción de salarios. Se ataca la jornada
               de ocho horas. Se cambia la política tributaria. Algunos servicios públicos
               vuelven paulatinamente, de manos del Estado, a manos particulares. En


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