Page 457 - La escena contemporánea y otros escritos
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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
presentación de las extremas izquierdas. Algunos matices se oscure-
cerán y otros se avivarán. Mas no habrá una mudanza radical de la fiso-
nomía de la cámara. Aparentemente, de la cordura de éste depende la
reconstrucción de Europa; de su extravío, la disolución. Pero esta no
es sino una apariencia. El oscurecimiento del buen sentido francés no
es una causa sino una consecuencia de la crisis mundial. No es el mal;
es uno de los síntomas. Francia juega en la crisis el rol que le asigna la
historia.
V: ¿Se ratifica usted, entonces, en la impresión catastrófica, casi
apocalíptica de la situación europea, contenida en su artículo de Varie-
dades sobre “El crepúsculo de la civilización”?
JCM: Catastrófica, apocalíptica, como ustedes quieran, es esa la
impresión de una vasta corriente intelectual contemporánea. La guerra
ha abierto una gran crisis histórica. La soberbia, magnífica y grandiosa
civilización capitalista está en decadencia, en disgregación. El caos es
económico, político e ideológico. Las instituciones económicas de esta
civilización se hunden poco a poco. Varios grandes países tienen su
moneda irremediablemente desvalorizada e inexorablemente conde-
nada a muerte. Sobre casi todas las pesan deudas y déficits fantásticos.
Las instituciones políticas —el sufragio universal, el parlamentarismo—,
no están menos irreparable y profundamente minadas. Basta mirar
a Italia para constatarlo. El actual gobierno italiano no ha brotado del
parlamento. El fascismo ha conquistado el poder no a través del sufragio
universal, sino de un golpe de estado, de un putsch, como se dice en
Alemania. Una vez en el gobierno, ha organizado una milicia fascista
destinada a mantenerlo por la fuerza en él, cualesquiera que sean las
vicisitudes de la vida parlamentaria. El parlamento lo tiene sin cuidado.
Si el parlamento se atreviese a votar contra el fascismo, sería disuelto.
Hasta hace poco la sociedad occidental oponía a las instituciones del
sovietismo ruso, estas famosas instituciones de la democracia: el sufragio
universal, el parlamentarismo. Ahora, la misma sociedad occidental,
urgida por sus necesidades, se encarga de sacrificar sus dos monumen-
tales y decorativos fetiches. Con esto no hace sino abreviar su propia
vida.
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