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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              presentación de las extremas izquierdas. Algunos matices se oscure-
              cerán y otros se avivarán. Mas no habrá una mudanza radical de la fiso-
              nomía de la cámara. Aparentemente, de la cordura de éste depende la
              reconstrucción de Europa; de su extravío, la disolución. Pero esta no
              es sino una apariencia. El oscurecimiento del buen sentido francés no
              es una causa sino una consecuencia de la crisis mundial. No es el mal;
              es uno de los síntomas. Francia juega en la crisis el rol que le asigna la
              historia.


                 V: ¿Se ratifica usted, entonces, en la impresión catastrófica, casi
              apocalíptica de la situación europea, contenida en su artículo de Varie-
              dades sobre “El crepúsculo de la civilización”?
                 JCM:  Catastrófica,  apocalíptica,  como  ustedes  quieran,  es  esa  la
              impresión de una vasta corriente intelectual contemporánea. La guerra
              ha abierto una gran crisis histórica. La soberbia, magnífica y grandiosa
              civilización capitalista está en decadencia, en disgregación. El caos es
              económico, político e ideológico. Las instituciones económicas de esta
              civilización  se  hunden  poco  a  poco. Varios  grandes  países  tienen  su
              moneda  irremediablemente  desvalorizada  e  inexorablemente  conde-
              nada a muerte. Sobre casi todas las pesan deudas y déficits fantásticos.
              Las instituciones políticas —el sufragio universal, el parlamentarismo—,
              no  están  menos  irreparable  y  profundamente  minadas.  Basta  mirar
              a Italia para constatarlo. El actual gobierno italiano no ha brotado del
              parlamento. El fascismo ha conquistado el poder no a través del sufragio
              universal, sino de un golpe de estado, de un putsch, como se dice en
              Alemania. Una vez en el gobierno, ha organizado una milicia fascista
              destinada a mantenerlo por la fuerza en él, cualesquiera que sean las
              vicisitudes de la vida parlamentaria. El parlamento lo tiene sin cuidado.
              Si el parlamento se atreviese a votar contra el fascismo, sería disuelto.
              Hasta hace poco la sociedad occidental oponía a las instituciones del
              sovietismo ruso, estas famosas instituciones de la democracia: el sufragio
              universal,  el  parlamentarismo. Ahora,  la  misma  sociedad  occidental,
              urgida por sus necesidades, se encarga de sacrificar sus dos monumen-
              tales y decorativos fetiches. Con esto no hace sino abreviar su propia
              vida.


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