Page 455 - La escena contemporánea y otros escritos
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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
Variedades (V): Hablemos ante todo, de la cuestión del día: la cues-
tión del Ruhr.
José Carlos Mariátegui (JCM): Bien. Yo asistí a los primeros acon-
tecimientos de la ocupación. Desde entonces dominaba la impresión
de que Francia había acometido una empresa superior sus fuerzas.
Y esta expresión se ha extendido y ahondado cada día. Francia puede
instalarse militarmente en ese y otros territorios de Alemania; pero no
puede gobernarlos, no puede asimilárselos. En el territorio del Ruhr está
concentrada una gran actividad industrial y minera. Esta actividad es la
obra de enormes e inteligentes masas de técnicos y proletarios. Y Francia
no puede conseguir su colaboración con medios marciales y guerreros.
Francia, además carece de técnicos y obreros franceses suficientes para
tomar en sus manos las minas, las usinas y los ferrocarriles del Ruhr.
Los franceses han hecho desesperados esfuerzos para reducir a la
obediencia a la población de las zonas ocupadas. Pero esta ha perseve-
rado, disciplinadamente, en la resistencia pacífica. Alguien ha dicho por
eso que el Ruhr era un bocado que Francia no podía digerir. La aventura
del Ruhr es una aventura fracasada.
V: Pero la resistencia pasiva fatiga y extenúa a Alemania. Una
solución cualquiera tiene que abrirse paso finalmente. ¿Será una solu-
ción definitiva del problema de las reparaciones?
JCM: Para llegar a una solución definitiva sería necesario que
Francia consintiese en proporcionar el monto de las reparaciones a la
capacidad de pago de Alemania. Alemania no puede pagar la indemniza-
ción que se exige de ella. Esta es una conclusión suscrita por banqueros y
peritos naturales. John Maynard Keynes, en quien Poincaré en Le temps,
hace año y medio, ha reconocido “entre los economistas eminentes a uno
de los más eminentes”, ha documentado esta conclusión en sus libros y
en sus artículos del Manchester Guardian. Y en los sectores menos imper-
meables de la opinión francesa la han admitido como verdadera e incon-
trovertible. Pero otra gran parte de la opinión francesa está intoxicada
por una prensa chauvinista y deletérea. En el parlamento francés reina
un estado de ánimo agresivo y guerrero. Y el gobierno necesita conformar
sus actos con este estado de ánimo parlamentario. Esta Francia oficial
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