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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


                 Variedades (V): Hablemos ante todo, de la cuestión del día: la cues-
              tión del Ruhr.
                 José Carlos Mariátegui (JCM): Bien. Yo asistí a los primeros acon-
              tecimientos de la ocupación. Desde entonces dominaba la impresión
              de  que  Francia  había  acometido  una  empresa  superior  sus  fuerzas.
              Y esta expresión se ha extendido y ahondado cada día. Francia puede
              instalarse militarmente en ese y otros territorios de Alemania; pero no
              puede gobernarlos, no puede asimilárselos. En el territorio del Ruhr está
              concentrada una gran actividad industrial y minera. Esta actividad es la
              obra de enormes e inteligentes masas de técnicos y proletarios. Y Francia
              no puede conseguir su colaboración con medios marciales y guerreros.
              Francia, además carece de técnicos y obreros franceses suficientes para
              tomar en sus manos las minas, las usinas y los ferrocarriles del Ruhr.
              Los  franceses  han  hecho  desesperados  esfuerzos  para  reducir  a  la
              obediencia a la población de las zonas ocupadas. Pero esta ha perseve-
              rado, disciplinadamente, en la resistencia pacífica. Alguien ha dicho por
              eso que el Ruhr era un bocado que Francia no podía digerir. La aventura
              del Ruhr es una aventura fracasada.


                 V: Pero la resistencia pasiva fatiga y extenúa a Alemania. Una
              solución cualquiera tiene que abrirse paso finalmente. ¿Será una solu-
              ción definitiva del problema de las reparaciones?
                 JCM:  Para  llegar  a  una  solución  definitiva  sería  necesario  que
              Francia consintiese en proporcionar el monto de las reparaciones a la
              capacidad de pago de Alemania. Alemania no puede pagar la indemniza-
              ción que se exige de ella. Esta es una conclusión suscrita por banqueros y
              peritos naturales. John Maynard Keynes, en quien Poincaré en Le temps,
              hace año y medio, ha reconocido “entre los economistas eminentes a uno
              de los más eminentes”, ha documentado esta conclusión en sus libros y
              en sus artículos del Manchester Guardian. Y en los sectores menos imper-
              meables de la opinión francesa la han admitido como verdadera e incon-
              trovertible. Pero otra gran parte de la opinión francesa está intoxicada
              por una prensa chauvinista y deletérea. En el parlamento francés reina
              un estado de ánimo agresivo y guerrero. Y el gobierno necesita conformar
              sus actos con este estado de ánimo parlamentario. Esta Francia oficial


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