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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
del Bloque Nacional respecto a los Soviets y a Alemania. Esta tenta-
tiva le costó la pérdida del poder. Poincaré, sucesor de Briand, saboteó
en las conferencias de Génova y de La Haya toda inteligencia con el
gobierno ruso. Y hasta el último día de su ministerio se negó a modi-
ficar su actitud. La posición teórica y práctica de Francia había, sin
embargo, mudado poco a poco. El gobierno de Poincaré no pretendía
ya que Rusia abjurase su comunismo para obtener su readmisión en la
sociedad europea. Convenía en que los rusos tenían derecho para darse
el gobierno que mejor les pareciese. Sólo se mostraba intransigente en
cuanto a las deudas rusas. Exigía, a este respecto, una capitulación plena
de los Soviets. Mientras esta capitulación no viniese, Rusia debía seguir
excluida, ignorada, segregada de Europa y de la civilización occidental.
Pero Europa no podía prescindir indefinidamente de la cooperación de
un pueblo de ciento treinta millones de habitantes, dueño de un terri-
torio de inmensos recursos agrícolas y mineros. Los peritos de la política
de reconstrucción europea demostraban cotidianamente la necesidad
de reincorporar a Rusia en Europa. Y los estadistas europeos, menos
sospechosos de rusofilia, aceptaban, gradualmente, esta tesis. Eduardo
Benes, ministro de Negocios Extranjeros de Checoeslovaquia, notoria-
mente situado bajo la influencia francesa, declaraba a la Cámara checa:
“Sin Rusia, una política y una paz europeas no son posibles”. Inglaterra,
Italia y otras potencias concluían por reconocer de jure el gobierno de
los Soviets. Y el móvil de esta actitud no era, por cierto, un sentimiento
filobolchevista. Coincidían en la misma actitud el laborismo inglés y el
fascismo italiano. Y si los laboristas tienen parentesco ideológico con los
bolcheviques, los fascistas, en cambio, aparecen en la historia contem-
poránea como los representantes característicos del antibolchevismo.
A Europa no la empujaba hacia Rusia sino la urgencia de readquirir
mercados indispensables para el funcionamiento normal de la economía
europea. A Francia sus intereses le aconsejaban no sustraerse a este
movimiento. Todas las razones de la política de bloqueo de Rusia habían
prescrito. Esta política no podía ya conducir al aislamiento de Rusia sino,
más bien, al aislamiento de Francia.
Propugnadores eficaces de esta tesis han sido Herriot y De Monzie.
Herriot desde 1922 y De Monzie desde 1923 emprendieron una
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