Page 196 - La escena contemporánea y otros escritos
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La escena contemporánea y otros escritos


               enérgica y vigorosa campaña por modificar la opinión de la burguesía, y
               la pequeña burguesía francesas respecto a la cuestión rusa. Ambos visi-
               taron Rusia, interrogaron a sus hombres, estudiaron su régimen. Vieron
               con sus propios ojos la nueva vida rusa. Constataron, personalmente, la
               estabilidad y la fuerza del, régimen emergido de la revolución. Herriot
               ha reunido en un libro, La Rusia Nueva, las impresiones de su visita. De
               Monzie ha juntado en otro libro, Del Kremlin al Luxemburgo, con las notas
               de su viaje, todas las piezas de su campaña por un acuerdo franco-ruso.
                  Estos libros son dos documentos sustantivos de la nueva política de
               Francia frente a los Soviets. Y son también dos testimonios burgueses
               de la rectitud y la grandeza de los hombres y las ideas de la difamada
               revolución. Ni Herriot ni De Monzie, aceptan, por supuesto, la doctrina
               comunista. La juzgan desde sus puntos de vista burgueses y franceses.
               Ortodoxamente fieles a la democracia burguesa, se guardan de incurrir
               en la más leve herejía. Pero, honestamente, reconocen la vitalidad de los
               Soviets y la capacidad de los líderes soviéticos. No proponen todavía en
               sus libros, a pesar de estas constataciones, el reconocimiento inmediato
               y completo de los Soviets. Herriot, cuando escribía las conclusiones de su
               libro, no pedía sino que Francia se hiciese representar en Moscú. “No se
               trata absolutamente —decía— de abordar el famoso problema del reco-
               nocimiento de jure que seguirá reservado”. De Monzie, más prudente y
               mesurado aún, en su discurso de abril en el senado francés, declaraba,
               pocos días antes de las elecciones destinadas a arrojar del poder a Poin-
               caré, que el reconocimiento de jure de los Soviets no debía preceder al
               arreglo de la cuestión de las deudas rusas. Proposiciones que, en poco
               tiempo, resultaron de masiado tímidas e insuficientes. Herriot, en el poder,
               no sólo abordó el famoso problema del reconocimiento de jure: lo resolvió.
               A De Monzie le tocó ser uno de los colaboradores de esta solución.
                  Hay en el libro de Herriot mayor comprensión histórica que en el
               libro de De Monzie. Herriot considera el fenómeno ruso con un espíritu
               más liberal. En las observaciones de De Monzie se constata, a cada rato la
               técnica y la mentalidad del abogado que no puede proscribir de sus hábitos
               el gusto de chicanear un poco. Revelan, además, una exagerada aprehen-
               sión de llegar a conclusiones demasiado optimistas. De Monzie confiesa su
               “temor exasperado de que se le impute haber visto de color de rosa la Rusia


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