Page 197 - La escena contemporánea y otros escritos
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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
roja”. Y, ocupándose de la justicia bolchevique, hace constar que descri-
biéndola “no ha omitido ningún trazo de sombra”. El lenguaje de De Monzie
es el de un jurista; el lenguaje de Herriot es, más bien, el de un rector de la
democracia, saturado de la ideología de la Revolución Francesa.
Herriot explora, rápidamente, la historia rusa. Encuentra imposible
comprender la Revolución Bolchevique sin conocer previamente sus
raíces espirituales e ideológicas. “Un hecho tan violento como la revolu-
ción rusa —escribe— supone una larga serie de acciones anteriores. No
es, a los ojos del historiador, sino una consecuencia”. En la historia, de
Rusia, sobre todo en la historia del pensamiento ruso, descubre Herriot
claramente las causas de la revolución, Nada de arbitrario, nada de anti-
histórico, nada, de romántico ni artificial de este acontecimiento. La Revo-
lución Rusa, según Herriot ha sido “una conclusión y una resultante”. ¡Qué
lejos está el pensamiento de Herriot de la tesis grosera y estúpidamente
simplista que calificaba el bolchevismo como una trágica y siniestra
empresa semita, conducida por una banda de asalariados de Alemania,
nutrida de rencores y pasiones disolventes, sostenida por una guardia
mercenaria de lansquenetes chinos! “Todos los servicios de la adminis-
tración rusa —afirma Herriot— funcionan, en cuanto a los jefes, honesta-
mente ¿Se puede decir lo mismo de muchas democracias occidentales?”.
No cree Herriot, como es natural en su caso, que la revolución pueda
seguir una vía marxista. “Fijo todavía en su forma política, el régimen
sovietista ha evolucionado ya ampliamente en el orden económico bajo
la presión de esta fuerza invencible y permanente: la vida”. Busca Herriot
las pruebas de su aserción en las modalidades y consecuencias de la
nueva política económica rusa. Las concesiones hechas por los Soviets a
la iniciativa y al capital privados, en el comercio, la industria y la agricul-
tura, son anotadas por Herriot con complacencia. La justicia bolchevique
en cambio le disgusta. No repara He rriot en que se trata de una justicia
revoluciona ria. A una revolución no se le puede pedir tribunales ni códigos
modelos. La revolución formula los principios de un nuevo derecho; pero
no codifica la técnica de su aplicación. Herriot además no puede expli-
carse ni éste ni otros aspectos del bolchevismo. Como él mismo aguda-
mente lo comprende, la lógica francesa pierde en Rusia sus derechos.
Más interesantes son las páginas en que su objetividad no encalla en tal
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