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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


                 La cultura rusa, en los tiempos del zarismo, estaba acaparada por
              una pequeña elite. 149  El pueblo sufría no sólo una gran miseria física sino
              también una gran miseria intelectual. Las proporciones del analfabetismo
              eran aterradoras. En Petrogrado el censo de 1910 acusaba un 31% de anal-
              fabetos y un 49 % de semi-analfabetos. Poco importaba que la nobleza se
              regalase con todos los refinamientos de la moda y el arte occidentales, ni
              que en la universidad se debatiesen todas las grandes ideas contemporá-
              neas. El mujik, 150  el obrero, la muchedumbre, eran extraños a esta cultura.
                 La revolución dio a Lunatcharsky el encargo de echar las bases de
              una cultura proletaria. Los materiales disponibles para esta obra gigan-
              tesca, no podían ser más exiguos. Los soviets tenían que gastar la mayor
              parte de sus energías materiales y espirituales en la defensa de la revo-
              lución, atacada en todos los frentes por las fuerzas reaccionarias. Los
              problemas de la reorganización económica de Rusia debían ocupar la
              acción  del  bolchevismo.  Lunatcharsky  contaba  con  pocos  auxiliares.
              Los hombres de ciencia y de letras, casi todos los elementos técnicos e
              intelectuales de la burguesía, saboteaban los esfuerzos de la revolución.
              Faltaban maestros para las nuevas y antiguas escuelas. Finalmente, los
              episodios  de  violencia  y  de  terror  de  la  lucha  revolucionaria  mante-
              nían en Rusia una tensión guerrera hostil a todo trabajo de reconstruc-
              ción cultural. Lunatcharsky asumió, sin embargo, la ardua faena. Las
              primeras jornadas fueron demasiado duras y desalentadoras: Parecía
              imposible salvar todas las reliquias del arte ruso. Este peligro desespe-
              raba a Lunatcharsky. Y, cuando circuló en Petrogrado la noticia de que
              las iglesias del Kremlin y la catedral de San Basilio habían sido bombar-
              deadas y destruidas por las tropas de la revolución, Lunatcharsky se
              sintió sin fuerzas para continuar luchando en medio de la tormenta.
              Descorazonado, renunció a su cargo. Pero, afortunadamente, la noticia
              resultó falsa. Lunatcharsky obtuvo la seguridad de que los hombres de
              la revolución lo ayudarían con toda su autoridad en su empresa. La fe no
              volvió a abandonarlo.

              149   Traducción literal: lo escogido, lo selecto. Véase el artículo “El problema de las
                  elites” del capítulo “La emoción de nuestro tiempo” contenido en el tomo III de
                  la presente edición (N. de los E.).
              150   El campesino pobre, el siervo. Se diferencia del kulak en que éste era campesino rico.


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