Page 185 - La escena contemporánea y otros escritos
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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              social, atraviesa un período de tanteos y de ensayos. “La revolución encon-
              trará en el arte su imagen cuando cese de ser para el artista un cataclismo
              extraño a él”. El arte nuevo será producido por hombres de una nueva
              especie. El conflicto entre la realidad moribunda y la realidad naciente
              durará largos años. Estos años serán de combate y de malestar. Sólo después
              que estos años transcurran, cuando la nueva organización humana esté
              cimentada y asegurada, existirán las condiciones necesarias para el desen-
              volvimiento de un arte del proletariado. ¿Cuáles serán los rasgos esenciales
              de este arte futuro? Trotsky formula algunas previsiones. El arte futuro será,
              a su juicio, “inconciliable con el pesimismo, con el escepticismo y con todas
              las otras formas de postración intelectual. Estará lleno de fe creadora, lleno
              de una fe sin límites en el porvenir”. No es ésta, ciertamente, una tesis arbi-
              traria. La desesperanza, el nihilismo, la morbosidad que en diversas dosis
              contiene la literatura contemporánea son señales características de una
              sociedad fatigada, agotada, decadente. La juventud es optimista, afirmativa,
              jocunda; la vejez es escéptica, negativa y regañona. La filosofía y el arte de
              una sociedad joven tendrán, por consiguiente, un acento distinto de la filo-
              sofía y del arte de una sociedad senil.
                 El pensamiento de Trotsky se interna, por estos caminos, en otras conje-
              turas y en otras interpretaciones. Los esfuerzos de la cultura y de la inteli-
              gencia burguesas están dirigidos principalmente al progreso de la técnica y
              del mecanismo de la producción. La ciencia es aplicada, sobre todo, a la crea-
              ción de un maquinismo cada día más perfecto. Los intereses de la clase domi-
              nante son adversos a la racionalización de la producción; y son adversos,
              por ende, a la racionalización de las costumbres. Las preocupaciones de la
              humanidad resultan, sobre todo, utilitarias. El ideal de nuestra época es la
              ganancia y el ahorro. La acumulación de riquezas aparece como la mayor
              finalidad de la vida humana. Y bien. El orden nuevo, el orden revolucionario,
              racionalizará y humanizará las costumbres. Resolverá los problemas que, a
              causa; de su estructura y de su función, el orden burgués es impotente para
              solucionar. Consentirá la liberación de la mujer de la servidumbre domés-
              tica, asegurará la educación social de los niños, libertará al matrimonio de
              las preocupaciones económicas. El socialismo, tan motejado y acusado de
              materialista, resulta, en suma, desde este punto de vista, una reivindica-
              ción, un renacimiento de valores espirituales y morales, oprimidos por la


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