Page 90 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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90 Rafael Ramón Castellanos
a romperse, el Libertador, en una proclama dirigida a la nación, dice
expresamente: “Esta guerra, sin embargo, no será a muerte, ni aun
regular siquiera. Será una guerra santa: se luchará por desarmar al
adversario, no por destruirlo. Competiremos todos por alcanzar la
corona de una gloria benéfica. Colombianos: el derecho de gentes y
el sagrado que hemos establecido para nuestra salvación se llenarán
más allá de lo justo. Todos son colombianos para nosotros, y hasta
nuestros invasores, cuando quieran serán colombianos”. Y el mis-
mo día, en otra proclama para el ejército, exhorta así a los soldados:
“Colombia espera de vosotros el complemento de su emancipa-
ción; pero espera aún más y os exige imperiosamente que en medio
de vuestras victorias seáis religiosos en llenar los deberes de nuestra
santa guerra... Os hablo, soldados, de la humanidad, de la compa-
sión que sentiréis por vuestros más encarnizados enemigos. Ya me
parece que leo en vuestros rostros la alegría que inspira la libertad,
y la tristeza que causa una victoria contra hermanos... interponed
vuestros pechos entre los rendidos y vuestras armas victoriosas, y
mostráos tan grandes en generosidad como en valor.
Y de nuevo, días después, mientras al dirigirse a las tropas es-
pañolas les asegura: “seremos los más observantes del Tratado de
Regularización de la Guerra”, y a los soldados patriotas les encarece:
“sabed que el Gobierno os impone la obligación rigurosa de ser más
piadosos que valientes”, y añade que aun cuando los enemigos que-
branten los artículos del Tratado, “nosotros debemos cumplirlos,
para que la gloria de Colombia no se mancille con sangre.
Ahora, pues, cuando la patria emprende la marcha definitiva para
su liberación, cuando su unidad de pensamiento y de acción se ha-
lla bien afianzada y un ejército poderoso avanza al cumplimiento de
sus deberes, con un gobierno cuya soberanía ha alcanzado recono-
cimiento por tratados internacionales, parecía haber empezado un
cómodo nuevo día, y una nueva vida republicana, cuyos destinos
han de seguir en las mismas manos tan noblemente acreditadas del
Libertador. Seguramente en adelante el gesto de su acción y el tem-
ple de su espíritu manifiestan la euforia y serenidad de quien ya con