Page 385 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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          dente; el Obispo de Santa Marta, doctor José María Esteves y Secretario,
          Simón Burgos.
            El Padre de la Patria presentó su mensaje en el cual planteaba su renuncia
          irrevocable al cargo de Presidente de la República. Le respondió Sucre con
          un discurso en el cual sobresale medular y poderosa la formalidad con la
          que éste razonaba ante los problemas de orden internacional, afincando su

          criterio en lo que incumbía a todos la suerte de la Gran Colombia. Es im-
          prescindible la reproducción total de esta pieza por ser de una corporatura
          definitiva para continuar ponderando la pujanza diplomática y la contem-
          porización diáfana del estadista:
               Desde que acontecimientos lamentables pusieron de manifiesto
             que la Constitución que regía a Colombia era insuficiente para ha-
             cer respetar al gobierno, y para mantener la unión entre los ciuda-
             danos, se creyó necesaria su reforma. Mas como la educación po-
             lítica de los pueblos no se hace sino por medio de tristes ensayos,
             el que se intentó en Ocaña fue de los más desgraciados; por poco
             produce frutos de muerte; y Colombia habría, sin duda, sido bo-
             rrada del catálogo de las naciones, si los pueblos todos no hubiesen
             reanimado a la patria moribunda, confiándoos una autoridad vigo-
             rosa para que pusieseis los medios de contener el mal, y convocáseis
             la representación nacional, cuando lo estimárais conveniente.
               Antes de reunirse ésta, habéis tenido que sufrir Colombia y vos
             fuertes embates; pero la Divina Providencia se ha dignado preservar
             a ambos de los peligros que los amenazaron. Salvada prodigiosa
             y afortunadamente vuestra importante vida, sofocadas las discor-
             dias domésticas que amagaron; brillando con nuevo resplandor la
             virtud y el valor del ejército; y concluida, al fin, una paz gloriosa
             con un pueblo hermano, que por desgracia se había convertido en
             enemigo, todos los amantes de Colombia esperaban que, reunido
             el Congreso Constituyente de 1830, a la sombra de los laureles que
             se habían recogido en los campos donde se conquistó la indepen-
             dencia y se afianzó la dignidad nacional, tendría la dicha de poner
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