Page 128 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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128  Rafael Ramón Castellanos



                 explícita que yo hice mandando la división del sur de Cundina-
                 marca, de que el movimiento de las tropas de la línea de Pasto hacia
                 Guayaquil sería una violación de nuestros tratados, y que abusando
                 V. E. de ellos las ha conducido a esta parte, me contraeré solamente
                 a los documentos que V. E. ha firmado, y a los derechos generales
                 de todos los países para justificar las imposturas con que V. E. nos
                 calumnia.
                   Por el capítulo 8° de las negociaciones concluidas en 21 de fe-
                 brero entre V. E. y el señor coronel Morales, ese gobierno convino
                 en que cualquiera de las provincias del territorio comprensivo a la
                 ley fundamental de Colombia, podía, aun cuando no estuviera in-
                 corporada a la república, aceptar el armisticio sujetándose a ello.
                 Sin esta negociación el gobierno de Colombia estaba facultado para
                 enviar sus tropas a cualquiera de las provincias que no estuviesen
                 oprimidas por las armas españolas. El gobierno de Guayaquil de-
                 seando ponerse bajo los auspicios de la república, llamó sus tropas
                 y la venida de ellas a esta provincia en ningún sentido comprome-
                 tió nuestra buena fe. Maliciosamente V.E. dice que el armisticio es
                 una cesación de todos los aprestos militares para la guerra y que los
                 movimientos de las tropas de nuestras líneas son una expansión. A
                 la contestación terminante que desde Popayán di en marzo sobre
                 este mismo asunto, añadiré que las palabras técnicas de la justicia
                 responderán los errores de su aserción.

                   La prisión del capitán Barrero es la aglomeración de todos los
                 crímenes con que un jefe puede manchar su concepto. Este oficial
                 bajo el carácter de un comisionado (garantizado por notables cir-
                 cunstancias del armisticio) ultrajado y casi conducido al patíbulo
                 en Guaranda, es el oprobio de la autoridad de V. E., y el ataque
                 más violento al derecho de gentes. Las imputaciones groseras que se
                 han prestado para tales procedimientos dan un aspecto más detes-
                 table a esta conducta. Suponer que un edecán fuera enviado a llevar
                 proclamas y papeles, cuando los particulares pudieran introducirlos
                 fácilmente en un país que clama con entusiasmo por su libertad, es
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