Page 84 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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Teresa de la Parra  83 83

           piensan en enriquecerse a expensas muchas veces de esos mismos
           criollos dueños efectivos del país porque son los dueños de la tierra.


           A veces para mortificarlos más eficazmente los chapetones se alían
           con los pardos. Parciales les dan la razón o les conceden privilegios
           sobre los criollos blancos sus enemigos naturales. Humillados en su
           orgullo de casta los criollos guardan un hondo rencor. En el grupo
           de descontentos, ellas, las mantuanas, se destacan. Son las aban-
           deradas de este sentimiento de encono que está pidiendo a gritos
           una protesta. Como lo demostrarán en la Independencia, bajo su
           exterior lánguido tienen un alma de fuego lista para todas las exal-

           taciones, todos los sacrificios y todos los heroísmos. Los clubes o
           centros de reuniones secretas donde irán a conspirar los hombres
           solos, casi no existen todavía. Las mujeres, por lo tanto, asisten
           a los comentarios, a la exposición de las nuevas ideas, a todos los
           gérmenes de revolución que van creciendo a puerta cerrada en las
           salas y en los patios de las casas principales. Allí, en la tertulia ellas
           fustigan a los hombres con sus observaciones personales y sus pala-
           bras vehementes. Una contará el último rasgo de superioridad inso-
           lente que le sorprendió al capitán general durante la misa mayor
           del domingo. Otra comentará la desatención de un chapetón cual-
           quiera quien le cedió tarde y mal el paso cuando ella, escoltada por
           la esclava, la silla y la alfombra de rezar en la iglesia, salía a pie de la
           catedral y atravesaba la plaza camino a su casa.
              Se ha hablado mucho de la influencia favorable a la revolución

           que tuvo aquí en toda América la expulsión de los jesuitas. Los
           vehículos activos de tal influencia fueron las mujeres. Esta obser-

           vación salta a la vista. El conde de Aranda, ministro de Carlos
           III, quien tan extraordinarias reformas, superiores al espíritu de
           la época, pensaba aplicar al régimen colonial español, no se dio
           cuenta de la catástrofe sentimental primero y política después
           que iba a desencadenar en América la salida de los jesuitas. Como
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