Page 52 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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Teresa de la Parra 51 51
y con desdén Partido Godo. Era el encargado de guardar la tradición.
Lo formaban en su mayoría los mismos libertadores que se habían
arruinado con la guerra. Tachado de intransigencia y cortedad de
vista, empobrecido, apartado del poder, a raíz casi de aquella dolorosa
Independencia que había hecho con lo mejor de su sangre y de su
fortuna, el Partido Godo supo purificarse en la adversidad y despojado
de toda fuerza material siguió dirigiendo moralmente la vida interior
de la casa. Su influencia era sana y su intransigencia estaba tempe-
rada por la ternura y la generosidad. Cada casa era la casa de todo el
mundo. Sabían ser pobres con nobleza y con humorismo. Atacaban a
sus triunfantes enemigos políticos con la sátira casera que es un arma
que a la vez que ejercita el ingenio se tiene de balde, y para divertirse
sin comprar billete para el teatro miraban con ironía la propia escasez.
Esta no llegaba nunca a avergonzar porque en la sencillez de la vida
sin dar lo superfluo daba con abundancia lo necesario. Había para
guardar el decoro de la mesa abierta con los suficientes platos criollos
sobre el mantel de hilo blanco bien zurcido y bien lavado oloroso a
cedro y a vetiver. Desde el cielo el sol de todos los días se encargaba de
calentar en el corral el agua del baño y los garrafones de aguardiente
mezclado con hierbas del campo reemplazaban los frascos de agua
de colonia. Como el mal gusto proviene casi siempre del abuso de lo
superfluo, aquella aristocracia pobre de Caracas, la de todo el siglo
xix, se amoldó a la disciplina de sobriedad y sin darse cuenta del seno
de su pobreza germinó con naturalidad cierto buen gusto. Una de
las más finas manifestaciones de ese buen gusto era la sencillez sin
preparativos ni secretos con que se ofrecía la hospitalidad. Cuando
en 1872 un decreto del gobierno federal mandó a cerrar los tres viejos
conventos de monjas con prohibición de que estas volviesen a formar
comunidad en ningún otro local, casi todas las buenas familias de
Caracas se apresuraron a ofrecer un cuarto de su casa para que sirviera
de celda a cada una de las nuevas sin familia.