Page 45 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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44 44  INFLUENCIA DE LAS MUJERES EN LA FORMACIÓN DEL ALMA AMERICANA

          la Luna la huella de unos besos que le había dado la diosa enamorada
          y le contaba cómo la lluvia proviene del cántaro de una doncella a
          quien su hermano se lo quiebra con el fragor del trueno.
             Un día, terminadas ya las guerras civiles, volvió al Cuzco Garci-
          laso de la Vega. Era el mismo gran capitán afortunado y rico. Su
          hijo, el niño mestizo, salió a recibirlo en hombros de criados como
          era costumbre conducir a los príncipes indios en las grandes solem-
          nidades. ¡Pero ah! El padre regresaba casado o para casarse con una
          noble española. Después de los terrores de la guerra llegaba así con
          el ausente la humillación y el abandono. ¡Eterno drama que tejen las

          largas separaciones entre la fidelidad y las mudanzas del corazón! Al
          narrar en sus Memorias aquella gran decepción de su infancia, Garci-
          laso, el viejo escritor no tiene una palabra de acritud para su padre a
          quien quería con vehemente admiración. Ni una frase hiriente para
          su madrastra a quien pasa en silencio. Su dolor se desborda sobre
          el recuerdo de la pobre india abandonada. Parece ir a buscar en las
          más puras fuentes de su idealismo místico la compensación de tanta
          ingratitud. Sus Comentarios están dedicados “A mi madre y señora
          –dice– más ilustre por las aguas del bautismo que por la sangre real


          de tantos incas peruanos”. ¡Hermoso epitafio, filial, de esperanza y
          de perdón!
             Cuando algunos años después de su segundo matrimonio el
          viejo Garcilaso moría en el Cuzco, su hijo mestizo, casi adolescente
          todavía, fue a la corte de España a fin de reclamar ante el rey dere-

          chos sobre tierras y encomiendas que pertenecían a su madre. La
          sentencia se hizo esperar, murió en el Perú doña Isabel y Garcilaso

          solo, en la flor de la edad, rodeado en España de consideraciones
          y afectos se ilustró en la guerra contra los moriscos, viajó, vivió en
          Italia y de regreso a España se ordenó sacerdote y se entregó para
          siempre a la vida del espíritu. Retirado en su cortijo cordobés,
          rodeado de algunos criados y muy pocas tierras, su reino fue desde
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