Page 109 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
P. 109
108
108 INFLUENCIA DE LAS MUJERES EN LA FORMACIÓN DEL ALMA AMERICANA
fusilamiento del propio Santander en la persona de un muñeco de
trapo fabricado por ella al efecto. Después del fusilamiento hubo
baile hasta la madrugada. Aquella ceremonia irrespetuosa contra el
propio vicepresidente seguida de baile produjo gran escándalo. El
escándalo recayó naturalmente sobre Bolívar el cual tuvo que desa-
probar lo ocurrido públicamente. Por razón de Estado escribió una
carta fulminante en que llamaba a la fiesta en general acto torpe y
miserable y en la que trataba de excusar a doña Manuelita llamán-
dola con propiedad y cariño la amable loca.
Pero por el mismo correo le escribió una carta a doña Manue-
lita en la que poco más o menos le decía que era ella la mujer más
graciosa y más simpática que había conocido en su vida.
Otro día, estaba ya Bolívar muy enfermo, se celebraba la fiesta
de Corpus. En la Plaza Mayor de Bogotá se habían preparado fuegos
artificiales con figuras grotescas. Encerraban grandes sorpresas.
Todas las esperaban con entusiasmo. A la caída de la tarde vienen
a advertir a doña Manuelita que entre dichas figuras hay un señor
Despotismo y una señora Tiranía que son en realidad su propia cari-
catura y la de Bolívar. ¡Ah! ¿Conque el Despotismo y la Tiranía?
Está bien, que se esperen un momento ellos y la fiesta. Poseída al
instante por una ráfaga de revancha destructora mandó a ensillar, se
puso los pantalones, el dolmán con todos sus galones, cogió la lanza,
las pistolas y calle arriba a trote largo seguida por Natán y Jonatás,
llegaron a la plaza y arremetieron las tres contra la pirotécnica. Todo
quedó hecho añicos, en la oscuridad de la noche no brilló ni una sola
de las ingeniosas alegorías. El general Caicedo, presidente entonces
de Colombia decidió hacerse el ciego e impidió que se procediese
contra doña Manuelita. Al día siguiente, un periódico demagogo
amanecía bramando contra la debilidad de Caicedo:
“Una mujer descocada –decía el periódico–, que se presenta en
el traje que no corresponde a su sexo y que hace vestir lo mismo a