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Earle Herrera


            y lunas de los indios Kariñas. Leí el Costado Indio, del poeta
            Gustavo Pereira, y supe de la poesía de los caribes. También

            supe de su cosmogonía, de la primera noche y la primera lluvia
            y de palabras como “Carib”, “Caribe”, “Kari’ña”, “Caribana”,
            “Caris”. Este último nombre corrió por mi cuerpo en forma
            de río cuando la adolescencia era un salto mortal desde un

            moriche hasta la arena del fondo, donde desovaban peces
            transparentes.

                  El “costado indio” estudiado y cantado por Gustavo

            Pereira me indujo a meterme en la Comisión de Pueblos
            Indígenas de la Asamblea Nacional Constituyente. La con-
            vocatoria la hizo un comandante de paracaidista al que los
            pueblos ancestrales llaman Hermano. Recién electo presidente

            en 1998, Hugo Chávez Frías se propuso visibilizar a los pueblos
            originarios y romper con cinco siglos de silencio y exclusión.
            Para ejemplo del mundo entero y paradigma del Derecho
            Constitucional, la Carta Magna de la República Bolivariana de

            Venezuela consagró todo un capítulo a los derechos de los pue-
            blos indígenas. No se puede hablar de Cantaura, Chamariapa
            y su santa patrona, la virgen de La Candelaria, sin hablar de
            sus pueblos ancestrales y su largo tránsito hasta el sol de hoy.

            El artículo 119 de nuestro texto fundamental lo establece:

                  El Estado reconocerá la existencia de los pueblos y co-
            munidades indígenas, su organización social, política y eco-

            nómica, sus culturas, usos y costumbres, idiomas y religiones,
            así como su hábitat y derechos originarios sobre las tierras que



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