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Guanipa Endenantico
Gregor, Soublette, Páez y Manuel Piar. Con este último pró-
cer de nuestra Independencia, la vida le fue irónica. Luego de
combatir bajo sus órdenes, le tocó formar parte del Consejo de
Guerra que lo condenó a muerte. Así era, así fue la guerra de
Independencia: sangrienta, implacable, cruel, épica y heroica.
Así fueron los hombres y mujeres que en ella se enrolaron. Así
fue la vida del General de División José Antonio Anzoátegui,
nuestro héroe epónimo: breve, intensa, brillante, huracanada,
admirable.
Su pueblo lo quiso, su ciudad lo eligió legislador, cargo
que apreció con emoción y humildad, pero al que declinó por
sus compromisos militares. Barcelona lo ascendió a Coronel
por aclamación. Aquel niño de incontables travesuras, aquel
joven jefe de pandillas locales de “insoportable conducta”, era
recibido por su ciudad con orgullo y admiración, convertido
en héroe de la Independencia de la patria.
La letra de un corrido mexicano podría decirle que
se fue “pronto como los elegidos, en plena gloria y en plena
juventud”. Hace poco escribí un libro titulado La Espada so-
bre el Fuego, donde analizo y sufro y disfruto a los poetas y
poetisas que le escribieron al Libertador Simón Bolívar. Allí
me detengo en el reto que significa escribir sobre los héroes:
siempre su vida, sus hazañas, la epopeya de sus actos y azares
superará a las palabras, sean estas dichas en prosa o en verso.
¿Cómo pudiéramos encontrar la imagen exacta que perfile la
dimensión grandiosa del joven General, gallardo y valiente,
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