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Earle Herrera
cumaneses. Todos esos factores hicieron del hogar barcelonés
una célula social de alteraciones” (p. 22).
En ese contexto, juzgar la conducta del joven José
Antonio Anzoátegui levantaba por lo menos suspicacias. Para
guiarlo por el camino recto –enderezarlo, según su madre–,
primero se encomendó su formación a un padrino riguroso.
Luego, se le convirtió en cadete hasta hacerlo oficial de las
Fuerzas Armadas Españolas. Obvio que esta gente, sus parien-
tes y padrinos, defensores de la Corona y el rey, al darle una
formación militar para apartarlo del “mal camino”, no imagi-
naban el camino que le estaban abriendo ni el guerrero que
estaban forjando. Por distintas vías le llegaron al irreverente
joven las ideas independentistas, abrazó la causa patriótica y
llegó a ser, a su corta edad, uno de los más brillantes generales
del Ejército Libertador.
Reseñar la Hoja de Servicios del General de División
José Antonio Anzoátegui, el cuadro de sus campañas, las ac-
ciones de guerra en las que participó, los cargos militares que
desempeñó, las condecoraciones que le fueron acordadas y los
honores tributados a su memoria, nos exigiría más espacio y
papel. Su vida fue fulgurante y su muerte repentina, inespera-
da, para algunas misteriosa o inexplicable, a la edad de 30 años.
Como el Libertador del poema de Alberto Arvelo Torrealba,
fue un huracán y, como Simón Bolívar, también iba ardiendo.
Luchó bajo las órdenes o en unión del Coronel Campo
Elías y de los Generales Urdaneta, Mariño, Bolívar, Mac
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