Page 93 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
Sur denominado «La Peste», en una fosa común, lograron
dar con más de sesenta cadáveres que se convirtieron en
testimonio de la represión indiscriminada.
Los cuerpos traían la verdad. Allí descubrimos la protu-
berante prueba de las ejecuciones: muchos cráneos pare-
cían mostrar lo que según el extraño eufemismo se conoce
como disparos de gracia. Allí encontramos signos, inclu-
sive, de insólitas mutilaciones: por poner solo un ejemplo,
en una bolsa plástica dos botas con dos pies adentro. Allí
comprobamos que muchos cuerpos fueron recogidos de la
calle y echados allí sin mediar protocolo de autopsia ni in-
vestigación alguna: muchos cadáveres fueron encontrados
completamente vestidos, lo que a nuestro juicio tipificaba
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el clarísimo delito de ocultamiento de hecho punible .
Caracas buscaba a sus muertos después del Caracazo.
Luego, iniciaría el largo y engorroso camino para que se
hiciera justicia y se castigara a los culpables. Una década
después de aquellos cruentos días, en 1999, los tribunales
venezolanos mantenían los casos denunciados en la etapa
de secreto sumarial.
Los familiares de las víctimas decidieron entonces
acudir a instancias internacionales, entre estas la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, por intermedio
de la comisión respectiva de la Organización de Estados
Americanos. Todavía esperan que se haga justicia.
El Caracazo, a un precio demasiado alto en vidas
humanas, llevaría al Gobierno a volver la vista hacia las
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Enrique Ochoa Antich, Los golpes de febrero, Fuentes Editores,
Caracas, 1992, p. 50.
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