Page 63 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
del campo a la ciudad; tampoco subió a los cerros donde
trepan los ranchos de cartón y hojalata que conforman el
cinturón de miseria que rodea a Caracas. La ayuda social
del Estado, ya lo apuntamos, alivia pero no impide el cre-
cimiento de la pobreza. Pero si los pobres saben vivir (o
sobrevivir) en y con las carencias, no es el caso de la clase
media. La devaluación de la moneda a partir de 1983, la as-
cendente inflación que entre este año y 1989 se triplica, y el
alza de las tasas activas de interés causan estragos en este
sector de la población. Sus expectativas se desmoronan y el
cierto grado de confort que había logrado gracias a la bo-
nanza de los precios del petróleo (vivienda y autos propios,
acceso de sus hijos a la universidad dentro o fuera del país,
atención privada de salud, viajes, turismo y recreación, et-
cétera) se resiente o se viene abajo. De modo, pues, que la
crisis, excepción hecha de una privilegiada minoría, azota
a todos los estratos de la sociedad.
En lo político, el bipartidismo, que desde 1958 con-
trola el poder y domina la vida pública del país, evidencia
un desgaste que solo no perciben las dos organizaciones
que lo sostienen: Acción Democrática y Copei, el primero
socialdemócrata y el segundo socialcristiano. Luego de la
caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, estos dos par-
tidos, junto con el desaparecido Unión Republicana Demo-
crática (URD), firmaron un pacto institucional conocido
como Pacto de Punto Fijo, por haberse suscrito en la quinta
Punto Fijo, residencia del líder democratacristiano Rafael
Caldera. El objetivo fundamental de este acuerdo era forta-
lecer las instituciones y, así, dar un piso sólido a la naciente
democracia. Este objetivo lo cumplieron.
Sin embargo, una vez fortalecidas las instituciones, se
pasó a coparlas y a tener total control de estas por parte
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