Page 413 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
sus obras, sin que en términos políticos estas reflejen, en
su contenido, arengas sociales. Escribir sobre el Caracazo
es una de las tantas opciones que presenta la literatura
casada, comprometida o soltera.
—Cuando escribes sobre hechos inmediatos y
cruentos, ¿cómo evitar caer en la consigna, en el discurso
moral o político?
—Por lo contrario, no lo evite. Dígale al poema, como
si lo viera por primera vez, bienvenido mi pana, siéntate,
saca tus alforjas. Trátelo de tú. Cuando el glorioso flo-
rentino (así lo definió aquel profeta) escribió la Divina
comedia, este situó a un papa retorciéndose en uno de los
anillos del infierno. Era la Italia de su tiempo, hechos
inmediatos de plaza y esquina. Sin embargo, el maestro
no evitó el discurso moral, político y sus consecuencias.
Me pregunto: ¿por qué un chico de este barrio va a venir
de salido a evitarlo?
—Tu poesía recoge imágenes de la calle, las ta-
bernas, los suburbios. ¿Es rebelión contra el lenguaje
institucional, culto, académico?
—No, es fidelidad con una ciudad donde vivo, gozo y
padezco. Me siento más agradado con las palabras y temas
de mi preferencia, y no con el pésimo gusto de una docena de
señores que consumen su vida en busca de una eternidad
que los mata antes de tiempo.
—Por lo anterior, tu poesía parece cuestionarse a sí
misma y, también, a una forma de hacer poesía
—Un amigo de nombre maracucho (Heráclito) me
dijo en su jerga filosofal que no me bañara en las aguas
del mismo río: es imposible —apuntaba—, nunca son las
mismas. Así que entendí. Y desde entonces me doy contra
la piedra de la poesía, desde distintos ángulos, a ver qué
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