Page 399 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
—¿Tú vives dónde?
—Ahorita vivo en El Paraíso.
—¿Pero viviste en El Valle?
—Mis primeros 24 años los viví en Coche.
—Este muerto de tu cuento y de la realidad fue en
El Valle, no en Coche, él lo dice. El tipo dice «tengo que
bajar para disfrutar mi primer toque de queda» en al-
guna parte del relato. Mientras que el toque de queda
para otros era pánico, miedo, él iba a bajar para ver qué
era eso, para celebrarlo.
—Sí, sí, a saborear el peligro que significaba eso. Que
un guardia apuntara y no pudiera disparar, se ponían de tal
modo que la Guardia no los veía, lo que escuchaba eran los
sonidos. Los guardias estaban atemorizados y ellos no, y el
narrador específicamente no. Además, disfrutar del primer
toque de queda —si el narrador es como el autor—, el autor
nunca vivió un toque de queda hasta ese momento, el autor
nació después de Pérez Jiménez; en los años sesenta hubo
toque de queda, con Betancourt, pero no lo vivió porque
era muy niño. Este era el primer toque de queda del autor
y lo refleja en el narrador.
—Una novedad, era algo novedoso.
—A mí todo esto, desde esos primeros libros, de Ce-
rrícolas y Yo soy la rumba, se me hace sencillo —el lenguaje,
el léxico, los giros dialectales, las jergas— por eso, por mis
primeros 24 años en un barrio caraqueño, que me gol-
pearon culturalmente y era una cuestión natural, por eso
es que no se siente impostado.
—Claro. Es un cerrícola hablando de los cerros, los
cerrícolas.
—Un cerrícola en ejercicio.
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