Page 397 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera


              como escritor, eran tus personajes los que bajaron de los
              cerros, los cerrícolas.
                  —Además, eso lo ratifica, eso que se vivió en esos días
              lo ratifica; en Cerrícolas la tragedia iba pareja con la fiesta,
              eso se ve por completo, allí hay una continuidad, es como si
              los personajes que están allí, en los libros, pertenecientes al
              mismo ambiente, a la misma región, al mismo registro cul-
              tural, al mismo lenguaje, usos y costumbres, ya se hubiesen
              cansado de una situación y realizan una acción desorien-
              tada, una reacción que se podría decir desde cierto ángulo
              que es instintiva, de sobrevivencia, que tiene que ver más
              con el salvaje, el bárbaro que llaman, que con el hombre
              civilizado, guardando la primera propuesta de esa disyun-
              tiva de civilización-barbarie, mucho de eso. Y bueno, allí
              hubo una primera reacción bien importante para lo que
              vino después, cuando se encauzó la propuesta, pero nada
              de asombro porque la misma reacción de las personas en la
              realidad fue la de los personajes de la ficción; una reacción
              cónsona con su modo de vida y con su desarrollo. Si trasla-
              damos las personas a personajes, son la fiesta y la tragedia
              juntas, ligadas como la realidad y la ficción.
                  —En el relato que publicaste del Caracazo hay un
              personaje que narra que él provocaba a la policía, a los
              soldados, los silbaba, y cuando le iban a disparar no lo
              veían porque los del barrio «somos invisibles». ¿Esa invi-
              sibilidad está en la ficción o en la realidad?
                  —En ambas, pero más en la realidad porque eso fue
              así; hubo soldados que estaban no en los cerros sino en las
              calles cercanas, y en los cerros, quizás en modo metafórico
              o retórico, decir ser invisible es aludir a la misma geografía
              y al mismo laberinto que supone el barrio, el cerro especí-
              ficamente, que hace que la gente sea invisible.

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