Page 234 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo


            que no discrimina entre niñas, ancianas u hombres. La des-
            cripción cruda y detallada de sus abominables actos llega
            a resultar morbosa, sobre todo para el lector que conoce el
            referente sociohistórico de la novela: un alzamiento popular.
            Sin embargo, al avanzar en la trama se cae en cuenta de que
            la vida de ese criminal es el telón de fondo de la vida en los
            sectores marginales: inseguridad, incesto, hacinamiento,
            miseria, frustraciones, sueños irrealizables, analfabetismo,
            ilusiones y otra vez miseria como círculo del que no se puede
            escapar. Resolana, reverberación, asfixia, espejismo, calor,
            infierno. Que el psicópata haya conseguido un empleo de
            policía en un pueblo cercano a Caracas, más que anécdota, es
            historia sacada de las páginas de sucesos, hecho real. De allí
            la narración de «agentes del orden» involucrados en dis-
            tintos crímenes que ellos mismos se encargarán de «inves-
            tigar». De allí que la gente de los cerros divida sus miedos
            entre los delincuentes y los hombres de uniforme. Esa gente
            marginada y marginal, excluida, en caso de revueltas popu-
            lares, nada material tenía que perder, excepto la vida que,
            cerro arriba y en tiempos normales, tampoco vale mucho.
            Allá se mata por un par de zapatos.
                A la segunda parte le da el título de un bar, el «Laguna
            Azul». Allí se reunían funcionarios medios del Gobierno,
            guardaespaldas, dirigentes del partido oficial, matones.
            Hablaban tranquilamente de los robos de sus jefes. Asesi-
            naban por nada, si no se sentían bien atendidos. Es la cró-
            nica de los pequeños corruptos, «guapos y apoyados». De
            un submundo de prostíbulos, proxenetas e infidelidades.
            Menos erotismo que sexo barato. Rodríguez va dibujando
            un país que nos negamos a mirar. Lo hace con minucio-
            sidad, deteniéndose en la descripción de bajas pasiones y
            de rostros grotescos. Apela no pocas veces al humor negro

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