Page 13 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
el mismo no estuvo limitado únicamente a la capital del
país, sino que sacudió a varias ciudades del interior. Fue el
día, ese 27 de febrero de 1989, en que bajaron los cerros. Los
marginados de la Venezuela petrolera salieron de sus ran-
chos de cartón y hojalata a tomarse por sus propias manos
la parte de una riqueza nacional que siempre les había sido
negada. Los proletarios de las periferias y los desempleados
se sumaron a la ola de saqueos que hicieron de las zonas
comerciales tierras de nadie. A los medios de comunica-
ción les llamó la atención la pasividad con que los cuerpos
policiales observaron los inicios de la protesta. Es al día
siguiente cuando deciden intervenir con toda la fuerza de
su aparataje represivo. Su conducta inicial resultaba inexpli-
cable, y hasta desconcertante, en unos organismos de segu-
ridad altamente cuestionados por sus reiteradas violaciones
de los derechos humanos. Obviamente, obedecían órdenes
superiores. Al cambiar estas la señal, la represión fue im-
placable y desproporcionada: varios centenares de muertos
y heridos serían recogidos de las calles. Venezuela se vestiría
de dolor y luto. Durante varios años, grupos de familiares
buscarían a sus desaparecidos, nunca encontrados en las
fosas comunes.
Desbordadas las fuerzas policiales, el Ejército tomó el
control de las principales ciudades. El Gobierno decidió
suspender las garantías constitucionales. Impuso el toque
de queda. Los venezolanos, a través de la televisión, veían
las imágenes de una capital arrasada y solitaria, como si
terminara de salir de una guerra. Los políticos, desapa-
recidos durante la revuelta, empezaron a aparecer por los
medios de comunicación social. Intentaban dar explica-
ciones sociológicas de lo que había ocurrido. Los analistas
desfilaban por las pantallas teorizando sobre lo que nunca
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