Page 86 - El cantar del Catatumbo
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Y es ahí que comenzamos una risueña lid de coplas
           venezolanas y argentinas de la que participan descen-
           dientes de don Ciro Alvarado, afamado decimero de
           estas tierras. Son ellos Carlos y Anthony Alvarado, este
           último un severo y entusiasta activista de la cultura.
              Después recorremos el pueblo. De vez en cuando
           pasan por las calles jinetes en unos caballos delgados,
           desmemoriados, en una marcha hilvanadita. Las casas
           son pequeñas y se extienden con un tenue calvario bajo
           el solazo. Muchas tienen murales en los frentes.
              Paso por las ruinas de la Funeraria Unión que ex-
           trañamente se destruye con la misma corrosión de los
           ataúdes abandonados. Y por ventas de pescado, que son
           como cadalsos para esas delicadezas del mar; por fruterías
           mínimas y calientes, entre los cujíes que saltan las tapias,
           bandoleros y salvajes, entre cambures enlutándose y las
           amapolas blancas, con sus flores alumbradas por otra
           dimensión y los gritos de la guacoa y el fin-fin, pájaros
           que anuncian la muerte.
              Voy a conocer las radios comunitarias. Radio Pueblo
           y Radio Nuevo Stéreo. Ambas funcionan en el comedor
           de un hogar modesto al que concurre la gente del barrio,
           de las comunas y exponen sus ideas, sus críticas, sus
           aportes. En ellas los niños recitan sus poemas, los ma-
           yores cuentan historias y leyendas, allí y hasta en un
           radio de 50 kilómetros en el caso de estas emisoras, el




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