Page 90 - El cantar del Catatumbo
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Al llegar a una cumbre que en realidad es un rincón
           volador rodeado de cumbres y vacíos, tres niños Wilmar,
           Marelis y Damaris, nos reciben. Leen poemas, cantan,
           cuentan cuentos en la Radio Paisana que dirige Pedro
           Ruiz. En el atardecer, junto al fuego, vemos cómo des-
           aparecen con sus luces las casas hundidas, hasta que se
           van al firmamento. De esa tierra se nutre la intensa y
           raigal poesía de Pedro:
              Adónde va

                —dijeron los baquianos—

                tierra no queda.
                Duerma, duerma,
                no siga buscando.
                El paisaje es esto que usted ve.
                Todo cuerpo ya fue poseído

                y toda tumba es una flor.

              Y luego otro poema, tan hermoso como este, y llega
           Omaira, su mujer, una luchadora sin treguas, y otro
           poema y otro, hasta que no queda nada de Trujillo,
           solo esa niebla y la poesía. Abajo, muy abajo, truena
           solo el río Motatán, desencadenando en un torrente
           gris, como si hubiera desarmado ciudades que ahora
           son agua yéndose, solo agua.








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