Page 89 - El cantar del Catatumbo
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grupo social quedan, cuando no postergados a merced
            de los subproductos culturales y su estética mediocre,
            invasiva, violenta y alienante.
               Yendo por la geografía venezolana pude constatar
            cómo se han extendido las acciones tendientes no solo
            a recuperar esos maravillosos reservorios, sino también
            a proveerlos de medios para que puedan acrecentar su
            potencial con el protagonismo directo de sus habitantes,
            creando en cada pueblo los medios para que puedan
            expresarse.
               Esta vasta tarea emprendida por la revolución era
            llevada a cabo en años precedentes solo gracias al es-
            fuerzo de sus creadores, con el solo impulso de una
            pasión sin treguas. Uno de ellos es el poeta Pedro Ruiz,
            infatigable y minucioso cronista de Aragua y de Trujillo.
            Es en esta ciudad donde me recibe con una voz tonante
            de centauro y un abrazo que suelda la amistad que ini-
            ciamos en Escuque, reino lírico de Ramón Palomares.
               Con él subo por el torrente de verde inmemorial de
            las montañas lloradoras de Trujillo, hacia su casa en el
            Páramo de la Cristalina.
               Paisajes deslumbrantes como tantos que tiene
            Venezuela, desconocidos por falta de un macro proyecto
            de desarrollo turístico para todo el país. Ello devendría
            en una fuente de ingresos y de mano de obra impor-
            tantísima que, junto a la creciente industrialización
            y el petróleo, podría propulsar significativamente la
            economía nacional.


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