Page 95 - El cantar del Catatumbo
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conocedor de toda la geografía venezolana y de sus
            gentes, y su mujer, Ana María Oviedo Palomares,
            poeta e incansable activista cultural. También Arnulfo
            Quinteros, Avilmark Franco, Angel Muñoz Delgado,
            todos ellos en la casa del poeta Livio Delgado, donde
            fuimos acogidos durante las horas en que Barinas se
            vuela de Barinas como un murciélago.
               Por la mañana, ambulando por las calles, me
            muestran una pequeña casa color durazno. Es la de la
            familia Chávez. El primero en radicarse en esta ciudad
            fue Adán Chávez, hermano mayor de Hugo. Fue aquí,
            en la casa del padre de Leonardo, el gran escritor, pen-
            sador y antropólogo José Esteban Ruiz Guevara —a
            quien Chávez recordaba como “un viejo sabio y co-
            munista”— donde el líder bolivariano, tras hacer sus
            primeras armas con la teoría política, concurría, ya con
            el envión puesto, a participar de los diálogos que enri-
            quecerían su proyecto. Aportes, que unidos a la tutela
            de su hermano Adán, fueron hilando, con aportes de
            distintas teorías, los rasgos que definirían, años después,
            su propuesta para el país. Fincado en la resurrección
            del pensamiento de Bolívar y de otros libertadores y de
            pensadores progresistas de todo el mundo, haría afir-
            maciones como “no soy marxista ni antimarxista” (a la
            vez que maduraba, simultáneamente, metas libertarias
            o proclamaba su admiración por Perón), para reunirlos




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