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Desgarros y contradicciones


           elaboración de su concepción “of cial” del mundo, se tipif có un conjunto de
           leyes abstractas considerado como el fundamento de una teoría general de la
           transformación, aplicable a todos los objetos y a todos procesos del universo;
           esto es: unas leyes universales del movimiento, la evolución de la naturaleza, la
           sociedad y el pensamiento. Y corresponde aclarar aquí que el cuestionamiento
           a una “dialéctica de la naturaleza” de ningún modo implica para nosotros un
           rechazo de la naturaleza como objeto de análisis.
              Así, el marxismo era presentado como la auténtica y única concepción cien-
           tíf ca del mundo y, por lo tanto, como una teoría omnisciente. En algunos
           pasajes de Engels la explotación, prácticamente, se asemeja a un proceso físico-
           químico. En algunos pasajes de Lenin el marxismo era expuesto como una
           gnoseología y una economía política “de partido”.
              Las leyes de la dialéctica más renombradas son: 1) la ley de la identidad y la
           lucha de contrarios, 2) la ley del paso de lo cuantitativo a una transformación
           cualitativa y 3) la ley de la negación. Estas leyes que, insistimos, jamás fueron
           propuestas por Marx, constituyeron la base del DIAMAT soviético (a excep-
           ción de la última, que no le gustaba demasiado a Stalin, quien también buscó
           atemperar el sentido rupturista de la segunda y propuso uno más a tono con la
           idea de evolución). Como vimos, en realidad fue Plejanov quien, inspirándose
           en Engels, utilizó por primera vez la expresión “Materialismo Dialéctico” en un
           trabajo sobre la f losofía de Hegel de 1891. Como veremos más adelante, en las
           vísperas de la Revolución de Octubre de 1917, Lenin se apartó de esta visión.
           En la historia del marxismo han sido frecuentes las correspondencias entre la
           ortodoxia teórica y reformismo político.
              Vale decir que los fundamentos del DIAMAT también fueron aceptados
           por  otras  ortodoxias  no  soviéticas  y  antiestalinistas.  Así,  de  contrabando,
           vestida de ontología materialista, se introducía lo que constituía un anatema
           para el marxismo: una metafísica. Años más tarde, en 1928, en el VI Congreso
           de la Internacional Comunista, Bujarin erigió al DIAMAT en la f losofía of cial
           del comunismo mundial. La teoría perdió toda aptitud para desarrollar una
           relación enriquecedora con el objeto. A partir de esa circunstancia, no hizo
           más que pervertirse. Así se internacionalizaron el determinismo, el monismo,
           el fatalismo, el materialismo vulgar, el empirismo, etcétera.
              Después  de  algunas  páginas  infaustas  y  equivocadas  que  maltrataban  a
           Bolívar (su famoso artículo para T e New American Cyclopaedia de 1858), que
           justif caban el despojo de México, China y la India o que veían en la libertad
           de  comercio  un  tonif cante  para  la  revolución  mundial,  el  marxismo  desa-
           rrolló otra mirada que terminaría siendo def nitiva y que colocaba al maestro
           de Treveris (también, en alguna medida, a Engels) en el sitial de los primeros
           defensores de la revolución anticolonial en los países dependientes y de los
           precursores de las teorías de la dependencia.


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