Page 85 - Marx Populi
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Miguel Mazzeo - Marx populi
                                 Mi guel M azzeo -  M ar x po puli

              El Marx que Feinmann coloca frente a frente con Varela elude los este-
           reotipos más trillados. El Marx que no comprendió al Libertador Bolívar y
           para quien la unidad de Nuestra América carecía de todo signif cado, perfec-
           tamente podría no haber sentido ninguna empatía con Varela. Pero Feinmann
           no construye un Marx fríamente determinista y colonialista, arrogante y discri-
           minador, empecinado en la concreción de un proceso objetivo y unilineal,
           previsto e idealizado. No se basa exclusivamente en el Marx de inicios de las
           décadas de 1840 y 1850, en el joven Marx. Tampoco en el viejo. Toma del
           itinerario total de Marx algunos pedazos. Recorta aquí y allá.
              Por un lado, pasa por alto al joven Marx que se conmovía ante la pérdida
           de los derechos consuetudinarios de los pobres (el derecho a recoger madera
           seca, a la caza y al pastoreo, por ejemplo) y ante la miseria padecida por los
           “viñadores del Mosela”. Por otro lado, no toma en cuenta al viejo Marx puesto
           a resignif car las potencialidades emancipatorias de las “formas arcaicas” que
           se oponían a que la forma de circulación capitalista adquiriese carácter domi-
           nante; un Marx claramente distanciado de la concepción monista al momento
           de pensar la relación entre el desarrollo material y la riqueza de las relaciones
           sociales reales, entre desarrollo de las fuerzas productivas y la conciencia, entre
           la vida material y la autodeterminación; un Marx en condiciones de detectar en
           el arrasamiento de los telares catamarqueños, más que un efecto de la necesidad
           histórica, el truncamiento violento de una dinámica endógena de acumulación.
              En  la  versión  de  Feinmann,  Marx  aparece  atormentado  y  desdichado;
           expresando una contradicción lacerante entre la necesidad histórica y la opción
           por  los  oprimidos,  entre  lo  ineluctable  y  lo  posible  (y  deseable),  entre  el
           designio y el individuo. Cohabitan en Marx el científ co decimonónico (al que
           le gustaba ser comparado con un biólogo o con un astrónomo) y el demócrata
           fraterno. Y así como el Marx real mostró siempre su admiración por Espartaco,
           por T omas Müntzer, por la Comuna de París, entre otros derrotados y otras
           derrotadas; el Marx de Feinmann detesta al sanguinario de Bartolomé Mitre
           pero no puede dejar de verlo como el portador de un “orden superior” e “inevi-
           table”, como una traumática pero ineludible estación de paso llamada a romper
           con ciertas limitaciones históricas.
              El Marx de Feinmann simpatiza abiertamente con Varela, pero al mismo
           tiempo no puede evitar considerarlo un indigente ontológico, una especie de
           rémora, una antigualla, una expresión de unas bases materiales insuf cientes
           frente al desarrollo de las fuerzas productivas, la renovación y el rejuveneci-
           miento del mundo, el progreso, la modernidad, la razón o la realidad misma
           (si nos atenemos al punto de vista de Hegel y de Juan Domingo Perón). En
           los  términos  del  Manif esto  Comunista, Varela  podría  asimilarse  a  las  clases
           llamadas a desaparecer frente al avance de la gran industria: campesinos, arte-
           sanos. Clases que para Marx carecían de capacidad hegemónica y, por ende,
           revolucionaria. Directamente: clases conservadoras y reaccionarias en acto y

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