Page 87 - Marx Populi
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Miguel Mazzeo - Marx populi
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           históricas”. No considera las especif cidades, las situaciones concretas, los desa-
           rrollos múltiples e inconstantes. No toma en cuenta lo meramente tendencial e
           hipotético; o peor, no quedan claras las diferencias entre las categorías tenden-
           ciales y las categorías lisa y llanamente fatalistas. No logra percibir la potencia
           de los formatos colectivistas, la capacidad de autodeterminación de los y las
           de abajo. Parece olvidar que la verdad es una cuestión de praxis (que, a veces,
           carece de vigilias) y que los hombres y mujeres pueden transformar sus circuns-
           tancias. No puede articular la realidad con los ideales, porque aparece como
           el portador de una f losofía que posee algunos sustratos que colisionan con las
           condiciones que ofrecen las realidades periféricas. O porque tiene internalizado
           un conjunto de instrumentos  hermenéuticos inadecuados  para  la dinámica
           de la historia que transcurría en los márgenes. Puede que hacia 1867 esa no
           haya sido precisamente la elección de Marx, pero seguramente sí la de muchos
           marxistas (demasiados) posteriores.
              Y  aquí  corresponde  insistir  en  un  aspecto  que  mencionábamos  arriba:
           Feinmann compone un Marx con parcialidades y no uno integral. Se af nca
           en fragmentos y en formulaciones aisladas. Es cierto que existen pasajes en la
           obra del Marx real que pueden servir para justif car la postura del Marx de la
           f cción, un Marx sociólogo y espectador sensible. Se pueden identif car pasajes
           enteros de la obra de Marx donde no aparece de modo explícito el cariz ético
           de la revolución proletaria, básicamente porque en ellos está concentrado en
           establecer las condiciones y las determinaciones histórico-sociales.
              Del mismo modo, cabe sostener que Marx, a excepción de los pasajes de su
           obra que mencionábamos arriba, no valoraba las resistencias espontáneas de los
           pueblos a los procesos de desposesión a los que los sometía el capital (las resis-
           tencias de los pueblos a transferir valor desde la periferia al centro) como un
           momento central de la lucha de clases. Su mirada estaba centrada en la explo-
           tación de los trabajadores en las fábricas. Más concretamente, en las fábricas de
           Europa, en especial de Inglaterra, y en los Estados Unidos.
              Ahora bien: ¿cuál era el móvil de Marx a la hora de ejercer la tarea cien-
           tíf ca y el of cio del sociólogo crítico? ¿Acaso las categorías que utilizaba para
           explicar/transformar la realidad no remitían a la praxis? En efecto, es a partir
           de un recorte muy sesgado que Feinmann propone un Marx de f cción que,
           frente a una situación particular, termina obviando un par de rasgos carac-
           terísticos de su pensamiento: la imprescindible mediación de la praxis y la
           revolución como un imperativo ético.
              Entonces, para Feinmann, desde la batalla del Pozo de Vargas y desde la
           aparición de El Capital, desde el apócrifo encuentro entre Marx y Varela (la
           realidad y la f cción se reparten aquí la carga simbólica en forma pareja), queda
           instalada la necesidad de una frase que proponga la superación de esa y otras
           contradicciones derivadas, que ofrezca una perspectiva cognitiva que supere la


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