Page 86 - Marx Populi
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Marx y Felipe Varela...
en potencia y, además, carentes de toda inteligencia estratégica. El quijotesco
caudillo Varela sólo cabe en su grandiosa teodicea como momento a ser supe-
rado y El Pozo de Vargas como la expiación de un error.
Ese Marx, inclusive, podría haber visto en Varela y en sus montoneros
un signo del embrutecimiento característico de la vida rural, una auténtica
manifestación de la barbarie y el localismo, una expresión representativa de los
pueblos sin posibilidades de situarse a la cabeza del progreso. Perfectamente
podría haber partido de la dicotomía campo-ciudad, propiedad feudal-
propiedad capitalista, descentralización-centralización. En esta caracterización
seguramente hubiera coincidido con Mitre y, conjeturamos, con Domingo F.
Sarmiento. Todos mancomunados, compartiendo los afanes totalizadores de la
constelación moderna y burguesa.
Para el Marx de Feinmann, Varela estaba derrotado de antemano, senten-
ciado por la historia, por una razón implacable que, a la corta o la larga (por
medios lineales o apelando a alguna “astucia”), terminaría imponiéndose.
Desde un punto de vista ético y moral el Marx de Feinmann está con los
oprimidos, pero desde el punto de vista “científ co” está convencido de que
la contradicción se resolverá indefectiblemente a favor de la necesidad y la
inevitabilidad histórica. En Marx, insinúa Feinmann, la perspectiva cognos-
citiva (la teoría) estaría separada de la perspectiva ética, o sería una ética de
la impotencia. Lo que explicaría el desgarramiento interno entre el sociólogo
y el ético, entre el teórico lúcido del modo de producción capitalista cuya
tarea lo conmina al solipsismo y al egoísmo, y el militante revolucionario que
nunca pierde de vista la presencia del otro y la otra y que, precisamente por
esa aptitud de reconocimiento hacia los y las semejantes, es arrancado una y
otra vez de su soledad.
Marx no tomaría en cuenta el trasfondo colonialista, no ético y abso-
lutamente inmoral de la perspectiva teórica. Por cierto, en la invención
de Feinmann, Marx aparece hablando para unos objetos, especie de “no
agentes” a quienes no reconoce como subjetividad (y cuya suerte considera
ya decidida), mientras que Varela simplemente habla con Marx. La mirada
de Marx sería cósmica y abstracta, la de Varela está focalizada en el “aquí y
ahora”. Nosotros creemos que en Marx el rigor científ co, la disciplina en el
estudio de la realidad, tiene como f n ayudar a constituir un sujeto ético que,
necesariamente, debe ser un sujeto indisciplinado. Hay una disciplina cuyo
objetivo es fundar una indisciplina.
El Marx de Feinnman asigna prioridad a los principios teóricos, a unas
supuestas “verdades universales” (leyes sí, pero estáticas), al demiurgo material
que mencionábamos (que se parece mucho a un remedo de la idea absoluta que
se desarrolla a sí misma); en f n, a unas abstracciones. Aferrado a una visión
teleológica de la historia, saturado de siglo xix, no contempla las “posibilidades
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