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“Efemérides marxistas” o el marxismo como problema
y recomposiciones posteriores a la obra fundacional. Las predisposiciones más
escolásticas, más dogmáticas, buscan siempre aferrarse a alguna de esas coagula-
ciones. O bien niegan una Historia (así, con mayúsculas) propia del marxismo;
o bien reducen el marxismo a algún fragmento de su propia historia, erigiendo
un museo privado. Pasan por alto su condición epocal, sus condicionamientos
epocales. Componen un marxismo abstracto, metafísico, cada vez más sepa-
rado de la realidad y de la vida, cada vez más limitado a la hora de dar cuenta
de la creciente complejidad social y, sobre todo, limitado a la hora de intervenir
políticamente. Un marxismo reseco, infecundo e inauténtico. Un marxismo
vintage. Un marxismo retro. Un marxismo cercano al tourist art. Nosotros y
nosotras creemos que es más interesante dar cuenta de esa historicidad y pensar
las coordenadas de un marxismo a tono con nuestro tiempo.
No sabemos a ciencia cierta si en estas páginas logramos exceder los
contenidos y estilos que nos hastían: necróf los, hagiográf cos, elegíacos. Pero
estamos convencidos de que, en torno a estos aniversarios que nos resultan tan
caros y tan signif cativos, queremos intentar una ref exión que, por un lado,
no ratif que la lejanía de las obras y los sucesos recordados y, por el otro, no
recaiga en el “pensamiento religioso” característico de la izquierda dogmática
(el pensamiento religioso, sobre todo cuando viene a reemplazar a una “fe”, es
incapaz de autorref exión). Ni los sucesos, ni los personajes, ni los textos a los
que se ref eren los distintos aniversarios corresponden a una historia cerrada,
a un pasado enterrado. Sin ir más lejos, El Capital es un libro vivo, no una
reliquia a exhumar.
Pretendemos avanzar en una línea de ref exión que de ningún modo pueda
servir para asociar lo conmemorativo a un of cio religioso celebrado en favor
de un difunto. No queremos decir un responso, ni apacentar las palabras.
No nos interesa la posibilidad de ser admitidos en un círculo de nigromantes
marxistas-leninistas, en sectas doctrinarias o en areópagos similares. No nos
interesa el marxismo como signo de distinción intelectual. El narcisismo de
la pequeña diferencia es desgastante e improductivo, nos parece el derivado
de una necesidad patológica de supremacía sin objeto. No vamos a implorar
por un poco de caridad interpretativa. No nos interesa el marxismo prosaico,
satisfecho en su mediocridad e inoperancia. No nos interesa el marxismo que,
en aras de la rigurosidad teórica (“científ ca”), niega su sentido político y ético
y propone el reduccionismo metodológico. Se trata de un viejo vicio estructu-
ralista que aún persiste en ciertos espacios. El marxismo como “cultura arqueo-
lógica”, como “cultura epigónica” o como ciudadela a defender no es asunto de
nuestra incumbencia.
De nada servirán los procedimientos centrados en garantizar las continui-
dades y los desarrollos del marxismo si, al mismo tiempo, no se asumen compro-
misos con las alteraciones, las rupturas y los despedazamientos. Resaltamos:
“al mismo tiempo”. Poco aporta la coherencia cuando su único régimen es el
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