Page 190 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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Esa es una de las razones que llevaron a Neves y sus  aliados a
            lanzarse a la misión de impedir que Dilma lograse gobernar y, luego,
            a destituirla. Mientras la presidenta reelecta conformaba su nuevo
            gobierno, los derrotados empezaban a armar lo que, poco después,
            abriría espacio para el golpe institucional, que contaría con el tradi-
            cional respaldo unánime e incondicional de la banca, las elites em-
            presariales y, claro, los medios hegemónicos de comunicación.

            La conspiración
            El primer paso concreto se dio a principios de 2015, primer año del
            segundo mandato presidencial. El principal aliado del PT en el Con-
            greso, el PMDB, rompió el acuerdo que determinaba que diputados
            de los dos partidos se turnasen en la presidencia de la Cámara, y
            presentó la candidatura de Eduardo Cunha.
             Figura clave en el proceso golpista, Cunha tenía el perfil exacto
            para esa misión: pese a un desempeño oscuro durante sus largos
            años como diputado, controlaba –era sabido por todos– alrededor
            de 200 de los 513 integrantes de la Cámara Baja. Su especialidad:
            obtener fondos para ayudar en campañas electorales de candidatos
            de  escasa  representatividad,  que  luego  se  transformaban  en  deu-
            dores morales de su patrocinador. A la vez, facilitaba esquemas de
            corrupción que beneficiaban a sus cómplices. Con base en cálculos
            precipitados de su revuelto núcleo político, Dilma aceptó que el PT
            presentase un candidato propio. Resultado: Cunha obtuvo una victo-
            ria aplastante y asumió el puesto con fuerza evidente. Ese ha sido el
            segundo factor que determinaría el golpe institucional.
             A partir de entonces, lo que se vio fue una Cámara empeñando sus
            mejores esfuerzos en impedir que Dilma gobernase. Los proyectos
            aprobados muestran un retroceso brutal en relación no sólo al pri-
            mer mandato de Dilma sino a todo el período de Lula (2003-2010).
            Demostrando una insólita y contundente habilidad para manipular
            las sesiones, Cunha logró, mientras aprobaba iniciativas de la ban-
            cada más retrógrada, integrada por pequeños y hasta entonces poco
            expresivos partidos, sabotear todas las iniciativas del Poder Ejecuti-
            vo, que tenían como objetivo intentar disminuir los efectos maléficos
            de una profunda crisis económica.
             Eran los pasos que abrían camino para que avanzara el golpe y, al
            mismo tiempo, instituían vía libre para una especie de revancha de
            la oligarquía más rancia que siempre dominó el país.
             Así nació el posterior escenario de pesadilla. De un lado, el gobier-
            no enfrentaba una crisis económica que ya nadie podía ocultar. Del


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